Poesía

Una escritura que respira. Por Aldo Alcota

LAS MANOS de Sara Olivas. Valparaíso Ediciones, Granada, España, 2021. Prólogo de Ana Pérez Cañamares y texto de contraportada de David Trashumante. Portada de Yasmina Olivas.  

UNA ESCRITURA QUE RESPIRA.

Por Aldo Alcota (Chile)

Las manos (Valparaíso Ediciones) de Sara Olivas es un cruce de voces que remueven un escenario biográfico; es una áspera y también conmovedora memoria familiar (la familia humana, esa estructura compleja según Jacques Lacan que no se reduce solo “a un hecho biológico o a un elemento teórico de la sociedad”); es una pulsión histórica (rememoración de una España pretérita y un escudriñar en sus vicisitudes); es un viaje por un tiempo herido donde concurren el sobrecogimiento, la vulnerabilidad, la lucha contra la violencia y el abuso machista, el dolor de lo soterrado, el abandono, la sombra de la culpa, el peso de la muerte, la ausencia, el daño, la niñez resucitada, el encuentro con la vida, la espera del amor, del afecto. La escritura se convierte en un poderoso testimonio de supervivencia al interior de una aguda dimensión de lo sensible, formada por tramas de recuerdos estampados en una realidad coetánea (el pasado es presente), confeccionadas por manos suspendidas en la constante perplejidad de un mañana. Existe un deseo por encontrar una identidad, despojarse de una carga interrogativa y lograr la liberación por medio de la poesía. Aquí hay manos desdobladas; estas delinean una fenotipia en conflicto y una acumulación de instantes, restos de días, esparcidos en un monstruoso sacrificio de triste y furiosa confidencia: “Estoy ahí, cosida / soy la cruz a la que estrangulan los hilos / de esta marioneta / que algunos llaman / Padre”. 

Hay un intenso diálogo, una sororidad poética, una complicidad de temores, visiones, sueños, aspiraciones entre los poemas de Sara Olivas y sus correspondientes epígrafes pertenecientes a autoras como Francisca Aguirre, Bibiana Collado, Gloria Fuertes, Adriana Bañares, Sara Martín, Sylvia Plath, Cristina Morano, Olga Orozco, María Rozalén, lo que establece en su totalidad, y agrego el prólogo de Ana Pérez Cañamares y la imagen de portada diseñada por Yasmina Oliva, un entramado de enérgico saber femenil traspasando diversas generaciones. También se dan nexos en lo pictórico, por ejemplo, la convergencia de ese conocido cuadro realizado por Salvador Dalí, donde su hermana Ana María mira hacia la vastedad del mar a través de una ventana abierta, con las ensoñaciones de Sara Olivas, que consigue aportar una nueva interpretación sobre aquella pintura y la hace parte de sus impresiones personales: “Muchacha mira por la ventana: / nido de gacelas sobre el incipiente / arco donde termina su espalda (…) Mujer mira por la ventana: / sobre los brazos apoya su abandono / en cartón piedra”; o aquel tributo que le rinde a la artista Maruja Mallo y a su obra Canto de las espigas, traspasado a las melodías de su Abuela, quien tiene una enorme importancia en Las manos. Ella es matriarca del amparo -se le invoca siempre- y representa una admirable experiencia vital curtida por los momentos difíciles de la guerra civil y sus amargas consecuencias -con el huésped del hambre en los hogares-, por la compleja cotidianeidad, por el abnegado trabajo en la tierra: “Las manos de Abuela trabajaban el campo antes que la casa”.       

En Las manos se deja registro de las difíciles circunstancias padecidas por las mujeres durante decenios, siglos. Entonces la palabra confiere un acto de amor hacia ellas y es un espejo que refleja todos los homenajeados rostros de aquellas cercanas: “En mis manos late la historia de Abuela, / de Madre, de Tía  y Hermana”. Asimismo esa mácula adversa que ha sido corolario de una bestial dominación patriarcal se expone sin clemencia: “y a todas las mujeres manchadas / de una patria sostenida en el yugo emocional”. Son manos que escriben “desde la periferia y desde lo incómodo” (como una vez dijo la poeta valenciana en una entrevista) para rebelarse ante las exclusiones, ofensas, humillaciones. Es recuperar una relegada historia de género y ayudar a visibilizar toda su brillante savia para encandilar al mundo.

“Me sentí atraída, entonces como ahora, por la solitaria voz humana, levantada en lamento o anhelo”, comenta Louise Glück cuando recibe el Premio Nobel de Literatura y que podría congeniar perfectamente con Las manos, con su consistencia salvadora, su voz de inefables manos sosteniendo una fuerza resiliente crecida desde la más profunda y desgarradora soledad. Sara Olivas[1] ya es considerada actualmente como una de las poetas más originales de Valencia y del resto de España, con repercusión en Latinoamérica (realizó una gira por Perú el pasado mes de agosto y septiembre para difundir este primer poemario, lo que generó una muy buena recepción). Estamos ante Las manos, una escritura que respira mediante un potente lenguaje, donde anidan increíbles imágenes destinadas a impactar en el espíritu y no dejar indiferente a nadie: “Preparé la lágrima / que engordé durante el año / y la cocí a fuego lento”. Se agradece poder conocer este sorprendente libro al otro lado del océano.    


[1] Destacable su participación en la performance poética Las Sin Rostro (idea original de la poeta) junto a otras cinco mujeres creadoras, presentada en Valencia (2021);  su labor dentro del equipo editorial de la revista Impasible (arte y literatura) y su gestión en la organización de eventos culturales (Versillos a la MarA pies de páginaVersat i Fet y De andar por casa).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *