La intimidad de la espada. Por Lur Sotuela
Para Eder
I
No lo sabes, pero allí, en tu tierra,
ahora, en este preciso instante, comienza el universo.
Alzas la espada y la herida esconde su silencio en la luz
y es tuya la suave piel de una noche infinita,
de una azul primavera, es tuyo
el nacimiento incesante de esta estrella,
es tuyo ese lugar donde acaba la tierra
al que sin saberlo llamas fisterra.
Compartes entonces, tú, que estas tan lejos,
que no me conoces, que nunca me veras;
la profunda sombra de este sueño.
que brilla fuera; que deslumbra dentro.
Y ahora, en este relámpago, más allá,
de la ciudad y las avenidas, más allá del valle,
del lobo y de la luna, más allá de este ahora
y de estos imposibles senderos,
explota el sueño, este sueño, tuyo y mío,
y todo, absolutamente todo,
en este instante, tiene sentido
II
Despierto y el alba es un laberinto de casas blancas
un rio de flores arrancadas,
un sendero que se bifurca en el desierto
y escucho vencido como un eco que regresa
el rumor de un naufragio y de un derrumbamiento,
el llanto del monstruo que me persigue desde que una vez
hace tanto tiempo, fui un niño. Quiero gritar,
correr desesperado como en un sueño
pero me quedo quieto, detenido bajo un sol inmaculado
conjurando la luz y la nieve, el tiempo y la tristeza.
Para inventar con esta espada una nueva palabra
la claridad de un nuevo día, para soñar un nuevo sueño,
un nuevo tiempo, una nueva vida.
III
Solamente puedo llamar mío, solo me pertenece una espada,
esta indómita espada que canta el después, el antes, el mañana.
Una espada que puede romper la noche y su relámpago
y tejer con ese mágico fulgor una luz que al descenso da sentido,
a ese fin del mundo, a esa tierra que se acaba.
Una espada que da nombre al fuego, al llanto y al laberinto,
Que atrapa en un orbe oscuro al espanto, su espejo y al olvido.
Una espada que traza del hombre los geométricos confines
Y sabe el nombre del caído, de la rosa, de tu nada y tu vacío.
Una espada que rota sigue brillando en la batalla
y que descifrara, al fin, el incesante símbolo
que late más allá del infinito.
Una espada que sostiene los pilares del espejismo compartido,
el silencio y la tristeza de la estatua que nos señala el camino.
Solo tengo una espada, para el íntimo combate,
para el vértigo de uno mismo, una espada
para luchar contra el espejo y escapar del tiempo.
Oh pequeño mío, solo tenemos una espada, esta espada rota,
para vencer al monstruo, para conquistar el abismo.
Lur Sotuela nace en Bilbao en 1978. Durante su infancia y primera juventud vagabundea por el mundo acompañando a sus padres y vive en Varsovia, Lima o Katmandú. Fotógrafo, dramaturgo, poeta visual y escritor, ha creado una obra singular y heterodoxa en la que destacan la novela El descubrimiento de la soledad, los libros de relatos Alucinario o Crónicas de lo imposible, los poemarios Los cantos de Lorelei, Una isla cualquiera o Antifatum, o el libro abismalmente híbrido Maldita literatura. Lleva cuatro años construyendo con sus propias manos un velero al que ha llamado Irati y, durante todo este tiempo, está escribiendo un único y definitivo poema. La publicación de Cartografía de un sueño, tras estos años de silencio, nos sumerge profundamente en su mundo único, fantástico y alegórico.