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Homenaje a Helga Krebs

Evocar a Helga Krebs (1928-2010).  Por Aldo Alcota.  

Es un festejo poder presentar en Canibaal la obra de la trascendental Helga Krebs, quien además es madre del gran poeta y dibujante Bruno Montané Krebs.

Es tiempo de celebrarla. 

Pictobiografía

Los trabajos de Krebs son aterradoras y celestiales ventanas como también enigmáticos  círculos que nos trasladan a increíbles atmósferas donde proliferan humanos, animales, híbridos y seres de otros planos e inframundos en constante transformación. Aquellos escenarios del asombro provienen de la paciencia y maestría técnica de Krebs, que seducen y a la vez provocan desazón. Hay un sistema voraz del ingenio donde se dan cita el óleo, el papel, la radiografía, el pastel, el acrílico la madera, el plástico, la tela, los dispositivos de la alucinación, todo bajo el reino vibrante del colorido con el fin de perpetuar sus criaturas en espacios iluminados y nebulosos, dispares habitantes de lo bestial y sensual. “Las ineludibles referencias kafkianas o las rememoraciones baconianas producen en sus obras una enorme carga de contenido, que va sintetizando en cada espacio para conformar finalmente una obra cuya morfología denota el rico intelecto del autor”, según la reflexión del artista y crítico de arte mexicano Roberto Rosique sobre el método creativo de Krebs. 

Helga Krebs, A ese carnaval quiero ir solo, 50×50, 2003

Nacida en Alemania, llega con su familia a Chile en los años treinta. Pero su permanencia en el país sudamericano finaliza a comienzos de los setenta con el quiebre de la democracia. Antes de partir, Krebs forma parte de Círculo A, grupo de artistas mujeres (donde también están Nancy Gëwolb, Tatiana Álamos e Irene Domínguez) que participan activamente en la intensa vida cultural durante el gobierno de Salvador Allende. Es parte del equipo de creadores que aportan con sus murales, vitrales, esculturas y pinturas para embellecer el edificio del Centro Cultural Gabriela Mistral, estrenado en 1972. Participa en muestras colectivas planificadas por el Museo de Arte Contemporáneo de Chile (presentación de serigrafías realizadas por treinta artistas y que viajan en el Tren Popular de la Cultura, tras la convocatoria de un concurso nacional en 1971), además del Encuentro del Cono Sur (Santiago de Chile, 1972) y Encuentro de Plástica Latinoamericana (La Habana, 1972); incluso en 1979 es participe de Reencuentro de maravilla, exposición que incluye también a Tatiana Álamos, Irene Domínguez, Nancy Gëwolb, Andrés Spark y Mariluz Viau; y sin olvidar su colaboración junto a otros artistas chilenos como Roser Bru, Patricia Israel, Enrique Lihn, Bororo, Francisco Brugnoli, Humberto Nilo o Gonzalo Díaz en la ilustración de los artefactos de Nicanor Parra en forma de tarjetas para Chistes parra despistar a la policía poesía (Segunda edición, Santiago de Chile, Galería Época y Universidad Federico Santa María , 1983).

Con el fin de la Unidad Popular en 1973, Krebs decide partir junto a su marido y sus dos hijos a México (unos meses antes, ella viaja a Europa para inaugurar una importante exposición en Roma y uno de sus visitantes es el actor italiano Giuliano Gemma, el famoso Ringo de los llamados spaghetti western, quien decide comprar uno de los cuadros expuestos). Hermosillo se convierte en el sitio definitivo de residencia -desde 1976- para esta artista junto a su cónyuge, el arqueólogo chileno Julio Montané[1], después de haber estado una temporada en la agitada Ciudad de México, testigo geográfico del Infrarrealismo (del cual su hijo Bruno es uno de sus fundadores), agrupación inconformista y opositora “a todo un sistema real y simbólico de poder literario y cultural” en palabras de Rubén Medina. 

Helga Krebs, Cuidado si vuelve a moverse…, 85×85, 1979

Krebs explora tanto los terrenos de la poesía (Ediciones Sin Fin de Barcelona publica póstumamente en 2017 su libro La curvatura de la manzana, textos escritos entre 1983 y 1985, en Chile y México) y del arte, considerada una esencial figura cultural en la capital del estado de Sonora, que tiene uno de los desiertos más calurosos y vesánicos del mundo. Sus obras se imponen allí como un fuerte rugido, proveniente de una indescriptible fauna. Son milagros de la fantasía cromática que coexisten junto a paisajes imaginativos, en yuxtaposición con posibles rincones sonorenses o del norte de Chile, además de posibles reminiscencias al mundo de Lewis Carroll, Jonathan Swift, Lautréamont, Remedios Varo o Leonora Carrington (estas dos últimas también eligen México como lugar para radicarse de por vida). Helga Krebs, quien expone tanto en museos y galerías de América y Europa, es inventora de una fábula desbordada en extremidades, bocas, ojos, fantasmagóricos rostros, garras, devaneos geológicos y geométricas lucubraciones al borde de precipicios mentales y firmamentos de otras dimensiones. Aquella elegante desmesura brinca y reposa en el sublime signo hecho cuerpo, con sus dramáticas rasgaduras y el apacible y zoomorfo susurro en medio del sueño. 


[1] Cabe recordar que los mapas de Sonora hechos por Julio Montané inspiraron a Roberto Bolaño y fueron material de apoyo para sus novelas Los detectives salvajes y 2666. Una mágica cartografía suministrada por  Montané y Helga Krebs al gran escritor chileno. 

Helga Krebs, (Duro) Corazón de las visiones, 120×70, 2000

«Extraño, el proceso de creación de Helga: aplica el color, el color…, lo extiende, aplanado, brillante, y las criaturas invisibles aparecen, envueltas en finas capas de pintura, cobran presencia propia y pueblan el cuadro… A veces pienso que estas criaturas le dan vida a la pintora, la crean».

                                                                                             Carlos Moncada Ochoa

«Hablo de Helga Krebs como hablaría de una Sirena, ese ángel de las aguas y del alma, la que me canta y encanta a los ojos y me deja caer en la tentación, la que nos subyuga y obliga a reconocernos, al fin etéreos, como atrofiados eslabones de esos sus otros mundos posibles.
Hablo de esa ternura displicente de sus personajes mutantes que viajan por dentro y por fuera del cuadro, que eluden los marcos pero que eligen vivir en nuestros ojos, mensajeros medievales y madonas en arrebato exhibiendo sus partes y sus todos, sus órganos y sus huesos, y desbordan a la consciencia, a la razón y a los sentimientos, en su propio caos de sueños, inspiraciones e intuiciones».

                                                     Humberto Ruiz Molina, vocalista de Los Apson

«Helga Krebs ilustra la “divina comedia humana” con pulcritud y orden y, al mismo tiempo, nos sumerge en espacios vacíos que contienen purgatorios, limbos pacíficamente caótico e infiernos que se consumen. Helga Krebs siempre nos sacude la visión con brutal compasión».

                                                                                                                     Ethel Cooke

«La mirada ingenua es múltiplo del mundo, crea mundos. Helga Krebs es como la pintura. Cuando te asomas a ella es un Ojo que te mira desde el vértigo, un vórtice que te asume. La pintura de Helga es una experiencia espiral de la pureza del mundo».

                                                                                                              Orlando Guillén

«Helga Krebs no es sólo una pintora. Es también la creadora maravillosa de un mundo mágico al que nos transporta en cada una de sus exposiciones, para compartir la alegría, la tristeza, el desasosiego, la esperanza y, sobre todo, la ternura. Siempre la ternura de las criaturas que sus manos crean a partir de los múltiples materiales que su imaginación le dicta. Volverás siempre vivificado de un viaje al mundo de Helga Krebs».

                                                                                                       Marina Ruiz García

Textos del catálogo de la última exposición El latido se abre paso en su interior, Hermosillo, Sonora, septiembre de 2010. 

Exposición «La exploración 1980-1983» de Helga Krebs. Por Enrique Lihn

Texto inédito, marzo de 1983

Una buenísima sorpresa, Helga. No veía trabajos tuyos hace años, pero tampoco entonces tuve la oportunidad de engolfarme en una cantidad suficiente de imágenes. Ahora percibo tu identidad hecha de diferencias y semejanzas respecto de otras y otros operadores. Es como poner a tiempo, en el televisor imaginario, un programa que hacía falta para restituirle una cierta inocencia a la ciencia-ficción, y la ambigüedad de lo que no se esfuerza por parecer verosímil. Hablas de ti misma en plural. Dices que ustedes las dueñas de casa tienen el humor del que muchos hombres ayunan. Humor que pega con el trabajo combinatorio: pintar y criar, imaginar y cocinar. Resultado de esa abnegación: la ligereza que la hace llevadera, supongo. La gravedad hace mejor pareja con la monomanía de los tontos graves o la dedicación exclusiva, generalmente masculina, al arte o a la ciencia. Percibo otras particularidades de tu trabajo que se pueden constelar con ese tipo de humor. Los contactos inquietantes que imaginas con la dimensión desconocida ocurren en un campo manual. Tu arte no visualiza imágenes preconstituidas, genera objetos que pueden ser declarados en la aduana como un cierto tipo de juguetes; es claro, no didácticos. Arte artesanal, se trate o no de una redundancia. Decoración fantástica. Ilustraciones de unos textos inexistentes pero, felizmente, prescindibles (y éste no puede ser uno de ellos). Supongo que equilibras la abstracción y la figuración como los diseñadores de dioramas o emblemas: articulas el espacio con una atractiva retórica, formalmente. Según el eje de una simetría que identifica a los personajes en escena tanto con la escena misma cuanto con las figuras geométricas. Por algo tus trabajos citan, con mucha sutileza, al Art Déco, entusiasta de las redundancias y de las cacofonías visuales. 

Helga Krebs, El árbol y la herida, 80×60, 1975

Otrosí: no basta haber empezado a estudiar medicina, como lo hiciste, para barajar las metáforas de la maternidad, multiplicándolas. Es la maternidad misma, con seguridad, la que está en la base de esas metáforas, motivada por el matrimonio con un geólogo especializado en los períodos precámbricos. Estos extremos se tocan: el corte transversal de un vientre preñado y los viajeros del espacio fetalizados en sus cápsulas espaciales que son aquí como globos, formas simples. Los buzos toman, también, la forma de armaduras medievales; porque esas criaturas que vuelan con los ojos entreabiertos o dormidos como en una burbuja amniótica son acrónicos, buenos viajeros del espacio en las naves del tiempo. Y porque remiten, amnióticamente, al tiempo circular de los orígenes, en su fetalidad ahistórica.

Una imaginación como la tuya juega, también, a desdibujar las fronteras entre los órdenes humano y animal. Y de esa borradura brota la serie de los gatos, que son como máscaras de sí mismos, y el súper-poeta alado que viene del huevo y de la oruga y que, emperejilado de varios colores abre, por fin, sus alas, tejidas a mano.

Helga Krebs, La novia y aquellas otras, 88×88, 1979

El corazón de Helga Krebs. Por César Avilés Icedo

Esta entrega de trabajos de Helga Krebs muestra que la conjunción entre madurez artística y expresividad vigorosa y jovial puede concretarse felizmente. Una infatigable tarea sostenida durante décadas cristaliza aquí, reiterando las dos condiciones esenciales para lograr tal conjunción: el rigor en el manejo de los instrumentos y la libertad de explorar las posibilidades de lo humano.

En Helga, libertad es la palabra que se convirtió en pieza artística: libertad creativa de quien no abandona su vocación de maga, nutriéndose de los estímulos que brindan la realidad y las diferentes manifestaciones culturales; libertad de aventurarse a nuevos senderos temáticos y composicionales para luego traducir los hallazgos; libertad para escaparse del marco, pues hasta literalmente sus figuras se escapan de los cuadros (cuando los hay) o de plano se montan casi volátiles sin ajustarse a ninguna figura geométrica… libertad, en fin, para seguir manteniendo un estilo logrado a pulso, y al mismo tiempo reinventarse –“recargarse”– mediante la combinación de técnicas heterodoxas y temáticas de sorprendente vigencia.

Como resultados de estas errancias de la creación, encontramos la convocatoria de un bestiario prolífico y de otras criaturas humanas y humanoides que habitan con singular propiedad tanto las pesadillas como los sueños placenteros o las horas de vigilia. En la ruptura de los límites entre estas dimensiones de lo real y lo virtual, se encuentra la estrategia por la cual el arte de Helga se vuelve más profético y, por lo mismo, más perturbador. Desde las coordenadas que se vislumbran a través de dichas rupturas se abren los pórticos para adentrarse en el otro lado de las cosas, el que se atisba desde el inconsciente o desde la frente de los que con disciplina y paciencia agudizan los sentidos. En esta suerte de surrealismo desgarrador en el que cabe la producción de Helga,  se hace presente el compromiso de una artista plástica que no puede ignorar el trote de los Jinetes del Apocalipsis. Las beatíficas sonrisas de las caritas de muñecas, de peces y felinos de especies imaginadas parece una tímida esperanza –si la puede haber– ante contextos amenazantes, los rostros parecen somnolientos y dulcificados, ajenos a las borrascas nucleares que los acechan e incluso arrastran. Más todavía, en ocasiones la expresión de los ojos resulta ambigua, entre el brillo angelical o el brillo demoniaco. La posibilidad de la esperanza se fusiona con la desolación fatalista provocando la coexistencia de dualidades antagónicas. Tal es la condición de esta propuesta que se quiere verdaderamente artística: ser lo bastante abierta para que quien la mire la complete con su propio baraje experimental.

Se necesita un puño educado y sensible para trabajar sobre este lienzo tan resbaladizo, y Helga conoce las reglas de esta fructífera paradoja que une la esperanza con la pérdida de fe: al mismo tiempo que la pintora cierra con fuerza la mano para que el trazo sea lo suficiente eficaz y contundente, modula el temple de esa mano para que el sonido de las figuras se “escuche” como en susurros, musitado casi. Y esa dicción serena que no requiere la grandilocuencia de las trompetas de Jericó se alcanza mediante los colores tenues, llevando al extremo las posibilidades expresivas que brindan el pastel, el acrílico y la combinación de materiales de las más diversa textura, al servicio de una estética de voces quietas pero nada apacibles.  

Ahí hasta motivos más trillados y comunes son renovados para decir algo diferente de lo ya dicho. El corazón que, de acuerdo con la regla de oro de los puristas, no debe mencionarse ni representarse como palabra o como objeto, aparece aquí nombrado y pintado, e irriga múltiples veces esta colección inundando de calor y color a la recepción. El corazón de Helga. Cada corazón suyo es un nuevo corazón… obsesión personal que se vuelve comunicable, transferible, como la buena poesía lirica. El artista se enmascara con los artilugios que le brinda su instrumento para dejarse ver mejor. Corazón atravesado por una flecha, corazón sangrante, corazón que es también un reflejo en un cristal, corazón representado hasta en la metáfora y la metonimia visuales.

Hay que asomarse entonces sin prejuicios al mundo que nos presenta Helga Krebs. Hay que recibir lo que ella, pararrayos vibrante (como los románticos concebían a los artistas), ha convertido en luz mediante el lenguaje de color.

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Helga Krebs, Beso francés, 44×44, 2003

Lección taxidermia: Lo visible y lo invisible en la obra de Helga Krebs. Por Venecia López

Cuando todavía llevaba en mi cuerpo un poco de infancia, conocí la obra de Helga Krebs. Su universo se clavó en mi geografía a una edad en la que uno es capaz de absorber las cosas más extrañas con total naturalidad.

Por ese entonces, la tarea de construir ventanas de ficción, por medio de la pintura, se perfilaba en mí como una vocación, tanto como lo fue por unos días bajar corriendo las escalinatas del Museo de la Universidad de Sonora, después del taller de dibujo, para entrar a la Galería de Artes y Ciencias y encontrarme con la obra de Krebs.

Al ver que en el interior de sus cuadros la pintora abría siempre otro cuadro, se alojo en mi imaginario la posibilidad de que en la pintura pudiera nacer una ventana para revelarnos la epidermis de la imagen.

El ojo de Krebs

“Lo que intento traducir para ustedes es más misterioso, se enreda con
las raíces mismas del ser, en la fuente impalpable de las sensaciones”. 
J. Gasquet: Cézanne 


“El pintor aporta su cuerpo”.
Paul Valéry 

Suelo sentarme por las tardes junto al Hospital General. Me avergüenza un poco decirlo, pero tengo la manía de espiar a la gente que sale de los hospitales. Esa pareja, por ejemplo, que va en el paso apurado; uno de ellos ha sacado una radiografía de un sobre; la eleva contra el sol provocando la ligera proyección de un tórax sobre sus rostros. Se juntan, se detienen. Ella señala algo en uno de los pulmones, él asiente, luego niega, luego asiente otra vez. No saben interpretarla, lo que sí saben es que todo se trata de la muerte.

Todos compartimos la incertidumbres del enfermo que desconoce su mal, y proyectamos esa incertidumbre (que ocasiona lo desconocido) hacia todas las cosas: eso se llama impotencia. Para el enfermo, la radiografía es un filmimpreso que revela el misterio de lo que hay adentro. No cura, pero, asomarse a contemplar lo incomprensible, sosiega.

“Somos al mundo a través de cuerpo” (Merleau-Ponty) y Helga sabía que su cuerpo, en particular su ojo, era un instrumento para traducir el misterio del mundo. Su curiosidad científica estaba entregada al arte y llevó a crear, cuadro tras cuadro, un largo inventario de sensaciones por el que filtró al mundo (esa materia blanda y multiforme) a través de sí misma, para revelarnos con su pintura las dimensiones como ventanas abiertas del ser, la ambigüedad de la percepción y, algo más misterioso, como diría Gasquet sobre Cézanne: “la fuente impalpable de las sensaciones”.

Helga evidencia las nimiedades y trascendencias del hombre, a partir de un ejercicio plástico de desvanecimiento y corporeidad, la pintora ejerce su derecho de mirar todas las cosas sin un deber de apreciación, para entonces pintar ese flujo vital sin evadir lo cruento o la maravilla.

Lecciones de taxidermia

                                   “Con una capa de cebolla tenemos toda la cebolla”.
Iván Ballesteros

La sustancia más corpórea que poseemos: los huesos, han sido descubiertos por los personajes de la pintora. Ellos los revelan al espectador, al cortar delicadamente la membrana de la pintura. Helga decía que le interesaba las radiografías por su belleza; decía que el claroscuro que registraba en sus grises era espectacular, así como la transparencia de ese film misterioso que revela el interior.

Los mamíferos taxidermistas de sus cuadros retiran la piel para ver lo que hay detrás de la opacidad del mundo. Helga, en sus obras, disecciona el aire para mostrar los huesos, la risa silvestre, la lencería del viento, el mecanismo de un corazón, la obra negra del humor.

Yo creía mirar un cuadro, pero eso que esta ahí es la epidermis del tiempo y sus personajes. En la obra de Helga aprendí a ver las dimensiones que de pequeña alucinaba atravesar con unos lentes oscuros, los cuales, decían mis tíos, eran de rayos X.

Yo lo intuía, pero su pintura me enseñó lo que hay detrás. Lo vedado para los ojos por la apariencia.

La piel ha sido cortada con el escalpelo. Por la herida, por esa ventanilla, vemos la radiografía de un sueño.

Helga Krebs: de lo indisoluble entre intelecto y obra. Por Roberto Rosique

La unidad entre la obra plástica y el razonamiento del artista, que por lógica se considera indisoluble, suelen por lo común estar distantes, al grado de parecer ajenas una de otra en el pintor novel o en el que se ejercita muy poco en el oficio; otras veces ausentes también, en individuos que llevan años practicándolo, pero dada su fragilidad intelectual, la pobreza de su información y la falta de búsqueda, a la que debe estar sometido todo artista, les impide sortear sus deficiencias, manifestándose éstas, en una obra carente de propuesta y contenido, reduciéndose todo ello, a un trabajo sencillamente insustancial, similar a su actitud ante la vida. Es pues a mi entender, una condición de honestidad y de plena identificación del autor con su oficio que no puede ser incidental, sino deliberada; aunque la incompetencia muchas veces, justifique como estilo la ausencia de esta concordancia. 

En el caso del trabajo artístico de Helga Krebs, la afinidad entre intelecto y obra las convierte en unidad, es decir, la resolución estética que ofrece la obra plástica de Helga se encuentra inseparablemente en relación con su forma de pensar. Basta entablar una plática con la autora o leer algunas de sus reflexiones que motivan la creación de sus obras para, después de observar sus trabajos, constatarlo. 

Helga Krebs, Bajo un púrpura crepusculoso, 151×97’5, 1997

Helga Krebs, alemana de ciudadanía chilena, radica en México desde 1974 y hace más de una decena de años avecindada en Hermosillo, Sonora, se ha dado a la tarea de enriquecer con su trabajo la pasividad cotidiana de ese rincón norteño y en varias ocasiones, la displicencia cultural de estas ciudades fronterizas bajacalifornianas. Artista que atraviesa por una de las etapas más ricas de la experiencia creativa: “la madurez”, nos ofrece una obra actual, alejada de la contaminación comercial que deja ver un futuro de justo reconocimiento. No obstante esa definición —jamás laudatoria— sigue imperando en su persona, la sencillez que siempre la ha caracterizado. 

Helga, escribe en un catálogo para una de sus exposiciones -con relación al proceso creativo- “Otras veces será servirse de ese cúmulo sensorial para ir poco a poco indagando, debajo de la superficie, lo que quizás podría haber más adentro de la percepción inmediata; intentar descubrir por donde viene la aventura misteriosa de sentir la realidad exterior fusionándose con las irradiaciones de la vida interna y la memoria; Cómo se va reuniendo la vigilia con las ensoñaciones, los amores con los horrores, la dulzura de un cálido contacto humano o animal con algún arrebato de canibalismo; el deseo de paz con la necesidad de ciertos sacrificios o infiernos; en fin, la milenaria controversia entre el orden y la rebelión…”. Helga pinta sus pensamientos con tal afinidad, que sólo el persistente ejercicio, el abrevar en otras expresiones culturales, el convencimiento de lo imperativo de la buena voluntad sobre la necedad (enriquecido todo ello, por una vida que ha recorrido senderos difíciles entre la represión y la amistad, el amor y el odio, la riqueza y la pobreza), hacen posible el afortunado final de sus obras. 

La obra de Helga Krebs, “compleja”, para algunos, pero enormemente sugerente para la mayoría, no es más que el fruto de la búsqueda constante de formas originales para expresarse; es la frecuente manera de manifestar su inconformidad con los absurdos que nos rodean; es agradecer también, —porque no— el inmenso placer que le producen los breves momentos de amor y de amistad.

El dibujo es el sustento que da pie a la obra colorida de Helga, cada trazo está exactamente donde planeó estarlo y sin caer jamás en la rigidez anatómica, metamorfosea sus imágenes con sutileza, hasta formar el carácter que desea defina a la composición. La autora, enriquece con frecuencia sus lápices y acrílicos con la textura del amate y la interiorización que da la imagen radiográfica, revitalizando de esa manera a sus personajes. No conforme, pone en evidencia la mecanización a que nos somete la tecnología y el consumismo utilizando piezas de artefactos eléctricos. Este juego de elementos los fracciona, les va creando planos para resaltar la corporeidad, acentuar el dramatismo y configurarles su personalidad. Cada trabajo de Helga, es una obra de teatro, un libro abierto, una danza incansable o una película de los avatares de la vida, siempre musicalizada por la necesidad del qué decir. 

Las ineludibles referencias kafkianas o las rememoraciones baconianas producen en sus obras una enorme carga de contenido, que va sintetizando en cada espacio para conformar finalmente una obra cuya morfología denota el rico intelecto del autor. Morfología que da origen a lenguajes variados, permitiéndole ampliar los márgenes de interpretación al espectador y de esa manera, volverse una obra nueva en cada mirada. 

La obra plástica de Helga Krebs, evocando en su apellido al ciclo bioquímico vital de esta vida, se vuelve indispensable también para entender un poco la compleja condición humana y revivificar, de ser posible, al espíritu que nos alienta a crecer y a ser mejores.

Helga Krebs, Divertimento, 65’5×50

El taller, el cuadro y «esa ardua invención». Por Bruno Montané

En el taller de Helga

Siempre que recuerdo a Helga Krebs vienen a mi memoria imágenes en que ella está pintando. Mi madre era una artista y sabía hacer espacio en su tiempo familiar para regresar cuanto antes al cuadro que ocupaba sus pensamientos; ésa era una manera de asumir su urgencia por pintar y vivir. Crear un nuevo tiempo en la imaginación y traer a la realidad visiones bellas y que, como toda obra de arte, aspiran a ser humildemente duraderas. Una madre que pinta es una madre capaz de ver y atender de manera simultánea las exigencias existenciales de dos mundos paralelos, la propia casa, el marido científico, los hijos gritones, sus amigas pintoras y el complejo, hermoso y peligroso abismo del mundo.  

En un texto para el catálogo de su última exposición realizada en el MUSAS, en septiembre de 2010,[1]comenté que el primer cuadro de Helga que recuerdo es un barquero alto y delgado, pintado con fuertes y expresivos trazos, recordando el estilo del muralismo mexicano o del expresionismo alemán. Yo solía sentarme en una cama-sofá que había en su taller y hojeaba revistas de arte, libros de pintura y periódicos viejos. Mientras tanto, arrodillada en el suelo, Helga pintaba los cuadros que ella misma preparaba con planchas de madera y listones (siempre tenía en sus dedos unos bultos pequeños, negros y redondos, producto de algún golpe de martillo). Ese Caronte ágil y alerta acompañaba a unas indolentes figuras opacas, que en mi memoria aún conservan un aspecto terrible. Un barquero feroz en su barca que surcaba unas verdes y encrespadas olas. Yo imaginaba que Caronte nos miraba desde el rincón, apilado junto a otros cuadros, «… el cuadro estaba pintado en una delgada y resistente madera que siempre cambiaba de lugar en la casa, como si se tratara de una ventana a través de la cual uno pudiera asomarse a una parte de su obra que ya entonces parecía lejana». Tiempo después el barquero y otros cuadros desaparecieron, quizá ella los había considerado parte de su obra de principiante, una creación de aprendizaje, sin embargo, para mí esa visión de esta siempre me hacía pensar en una zona desconocida de su trabajo. En esa época (1964-1966) Helga ya había comenzado a pintar cuadros abstractos en los que utilizaba arena, alquitrán, cola blanca o las delgadísimas láminas del pan de oro; materiales que preparaba con una habilidad que yo admiraba, la madre que se movía como una alquimista en su taller lleno de frascos y cajas con pinceles, latas de pintura, planchas de madera y herramientas. En aquellos cuadros aparecían paisajes de planetas extraños, primeros planos de rocas de una textura desconocida, llanuras resplandecientes atravesadas por ríos de metal. Recuerdo que un día antes de la inauguración de una exposición nos llevó, a mi hermano Álvaro y a mí, a ver sus cuadros y nos pidió que le dijéramos qué nos parecían esas visiones, que le contáramos todo que se nos ocurría al ver sus obras. Nosotros, orgullosos por la tarea que ella nos pedía, comenzábamos a soltar todo tipo de ocurrencias –y supongo que también de infantiles tonterías–. Mientras tanto, la madre pintora anotaba lo que decíamos, confiada en que nuestro delirio verbal e infantil le inspirara para escribir los títulos de algunos cuadros. Esa muestra de confianza por su parte recorre los años de un modo entrañable, amable y un poco extraño: la certeza en la prodigación de ciertas visiones, el anuncio implícito de que el arte es un juego serio y, además, un acto comprometido con las corrientes de la vida; al fin y al cabo, un esfuerzo que contenía todo lo que vendría después.

Las perturbaciones (un boceto para una modesta écfrasis)

Introducción aleatoria: No es innecesario decir que, tal como advierte su título, esta obra de Helga resulta perturbadora. En ella se reúnen las principales corrientes del pensamiento visual y supuestamente onírico de la artista, quizá una parte de su lado «claroscuro». Se trata de un díptico que juega a la expansión, que sugiere, muestra y amenaza con un puzle de figuras en el que late la evidencia y nuestra posible y alucinada interpretación. Dos cuadros que muestran la proyección mutante de un espejo vibratorio que se pasea entre –repito– la evidencia explícita, la indagación y la memoria pasada y futura. En el cuadro vemos una sala de juegos dividida por un primer plano (espacio derecho) y una perspectiva (lado izquierdo) que se adentra hacia un rincón con cuatro personajes (o más excatamente tres personajes y una sombra).

Helga Krebs, díptico Las perturbaciones I, 2002

El primer número 2

En el lado izquierdo de la pieza del costado derecho hay una sombra o personaje de apariencia difusa, encabezando una lista de números que van desde el dos al nueve –numeración que se traslada al cuadro siguiente–, elidiendo[2] el número 3 (que podría hallarse oculto en la línea de separación entre los dos cuadros, un detalle que sólo podemos considerar una conjetura). La silueta de esta figura recuerda a la de una muñeca (una figura-personaje que suele ser casi arquetípica en los cuadros de Helga) y parece iniciar un gesto de avance hacia el lado izquierdo del díptico. La cabeza de este personaje, más bien su nuca, está unida a la de un personaje central –siempre en la parte inferior del cuadro– que, a su vez, se halla unida a la de otro personaje con una cabeza más grande, que aparece a su derecha. A estas dos siluetas-personajes les une el acto de besarse, fusionados en un beso articulado y enfocado por un círculo que podemos imaginar como el ojo de una lupa, el único pequeño centro negro, ambiguo y esperanzado, que encontramos en toda la obra.

En la parte superior del cuadro vemos una figura que se descuelga desde el ángulo superior derecho. Se trata de una cara que con su mano izquierda se tapa un ojo y gran parte de la mejilla. El antebrazo de este personaje está lleno de plumas (¿el rostro y las manos de un ángel?). A la izquierda y hacia abajo, descolgándose o levitando en una dolorosa y tensa dinámica gestual, tres personajes se revuelcan o vuelan en las orillas de una nube o masa de plasma. Un brazo tiene una tuerca en la cadera, como una marioneta; otro aparece arrancado de cuajo a la altura de la axila y muestra su interior hueco. Más abajo, una mano sostiene un cordel o una soga que serpentea cayendo, precipitándose en una fluida y leve conjunción con la obra que vemos a la izquierda. Una vez nos hallamos en la parte izquierda del díptico, este cordel –o fina soga– convertida en una línea que atraviesa la pista color ocre que, en perspectiva de fuga, se pierde hasta casi el final de la pista de un «extraño» juego, lugar o dispositivo lúdico. De hecho, esta línea ya está incorporada al plano de la pista, sin embargo, se pierde bajo una figura recortada, que, en un leve y segundo nivel, muestra los huesos de un brazo y un hombro, transparentados en blanco y negro, como si se tratara de una radiografía (éstas siempre fueron un recurso frecuente en la obra de Helga, radiografías regaladas por sus amigos médicos).

Helga Krebs, díptico Las perturbaciones II, 2002

Seis números invertidos

Ya estamos en la parte izquierda del díptico. ¿Qué sucede aquí? Seguimos nuestra descripción. Una figura o masa de dos o tres personajes se encuentra en una disposición o postura más tensa y dramática que la mostrada en el cuadro del lado derecho del díptico. Estos personajes son peripatéticamente más feroces e inquietantes. En la parte superior vemos a un ser levemente andrógino, quizá un niño, o tan sólo un alma delgada y dolorosamente siniestra. Su cabellera está extendida hacia la izquierda, en un raro movimiento cinético: no sabemos si cae o si ha recibido un impulso por un gesto violento de la cabeza, un desplazamiento aterido de horror. Los ojos de esta figura parecen difusos, como si se tratara de dos manchas de tinta expandiéndose sobre un rostro de naturaleza lechosa. En esta masa de cuerpos se distinguen dos piernas, que no parecen pertenecer al mismo personaje, dos brazos y tres manos. Como hemos explicado, la carga o energía de esta masa de cuerpos parece estar resolviendo la línea de tensión proveniente de lo que vemos en la parte derecha del díptico, como si en la lucha de esos seres se aunaran todos los miedos y las sospechas provenientes de un decantamiento existencial, poblado de pesadillas y amenazas. Sin embargo, lo más inquietante, lo que de verdad nos lleva a preguntarnos qué es lo que está sucediendo en esta obra es esa pista de juego en la que juegan, padecen o luchan esos personajes. Los números que en la parte derecha comenzaban con el número 2, aquí se inician en el 4 y acaban con el número 9 (hay una última señal en la que se pueden leer dos letras, casi ilegibles). No obstante, lo que resulta más extraño es el peculiar detalle de que los números están invertidos, como si los estuviésemos viendo en un espejo, como si Helga apuntara y adelantara una advertencia (pero puede ser que, en este punto, he llegado a la parte más alucinada y personal de esta écfrasis): el díptico es el espejo de algo que en realidad está sucediendo fuera de la obra. Una sospecha o conclusión, sin duda, bastante perturbadora. Habría que decir, entonces, que el díptico Las perturbaciones forma parte del género de los manifiestos ocultos, soterrados bajo un manojo de señales aún vivas, indicios a veces casi imperceptibles, pero que sin embargo se muestran firmes en su omnipresente y silenciosa determinación: debemos mantener los ojos bien abiertos. 

Final:  Al fondo del cuadro vemos un grupo de gente que camina –o escapa– dirigiéndose a una puerta que se ve ligeramente curvada a causa de la distorsión total de la perspectiva. Una puerta que permite escapar de la escena o, probablemente, pasar a otra sala donde siguen pasando otras cosas, el regreso a la realidad o a un sueño interminable, vívido y contradictorio.

Escribir un libro de poesía

Entre enero de 1983 y agosto de 1985 Helga Krebs escribió el manuscrito de La curvatura de la manzana (Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2017), creado con la voluntad de hacer un bello e intenso libro de poesía. La obra fue comenzada en enero de 1983, durante un viaje a Santiago de Chile y, entre otras visitas a Chapala y San Luis de Potosí, fue terminado de escribir en Hermosillo, en agosto de 1985. Un libro que tardó 32 años en ser publicado.[3]

Helga Krebs, La curvatura de la manzana, Ediciones Sin Fin, 2017

El siguiente poema pertenece a la tercera y última parte del texto. Es un poema en el cual Helga realiza su personal écfrasis de una obra de Francis Bacon, el pintor anglo-irlandés. Considero interesante establecer esta conexión porque Bacon era un pintor que ella admiraba mucho. El poema es un manifiesto sobre el doble modo de contemplar y pintar una obra, «esa ardua invención para cada / pulgada de tela y cada minuto / de apasionada atención». Tensión y entrega de la mirada, ardientes ojos que no dejan de mirar.

LA POSESIÓN

                                                          «Qué sería de la vida sin el rojo de su sangre.
Incluso pintar la imagen de una simple flor es
un acto de violencia».

                                                Francis Bacon en entrevista con Le Nouvel Observateur, París, 1984.

Sorbiendo agua de un vaso
la pequeña se enmascara.
Yo analizo su lugar a contra luz
y el aire se espesa de fantasmas
violadores.

Hoja lanceolada
graba la impronta
del enfrentamiento como úlcera
florecida en mi cerebro,
del mismo modo que mi instrumento
barre e ilumina asaltando
el misterio procaz de sus verdes
y su blanco elusivo.
Sobre el plano absoluto gravita
la materia que penetra
animando el espacio.

En vano trataríamos a partir
de entonces de comportarnos
amables el uno con la otra.
No. Sería la muerte del Realismo,
esa ardua invención para cada
pulgada de tela y cada minuto
de apasionada atención.


[1] «El recuerdo más temprano que tengo de un cuadro de Helga es un Caronte que, en una barca cargada de personajes altos, huesudos y ateridos, se empecinaba en mantener una férrea entereza ante una tempestad que parecía contener todos los atributos y crecientes enigmas de la vida». Helga Krebs, «El latido se abre paso en su interior», Hermosillo, Sonora, MUSAS, septiembre de 2010.

[2] Del verbo elidir. Del lat. elidĕre ‘arrancar’. 1. tr. Frustrar, debilitar o desvanecer algo. 2. tr. Ling. Omitir un elemento lingüístico.

[3] La curvatura de la manzana (Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2017).

Helga Krebs. Por Rubén Arias Rueda

(texto correspondiente a la contraportada del libro de Helga Krebs La curvatura de la manzana, Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2017)

A los poemas de este pequeño y admirable libro los convoca la mitología. La mitología bíblica y la pagana: esos dos longevos depósitos de tensiones y argumentos que han poblado el imaginario de Occidente y que, siempre disponibles, esperan –con suficiencia, con presunción– la llegada de una escritura que los traiga de vuelta a la luz de la página y del coro.

Helga Krebs –la «ruiseñora calcinada» (léase «Paraíso radioactivo»), la pintora enamorada de los prodigios (léase el libro de principio a fin, véanse luego todos sus cuadros)– se sirve de los mitos, los sienta a la mesa, los deja andar por casa, bromea con ellos, les hace mohínes y les dedica sus mejores chanzas. De este trato cotidiano proviene la voz que habla en sus poemas y que tiende a la fábula, al conjunto y a la puesta en escena de ritos y pasajes. La lectura de los mismos deja la paradójica sensación de estar ante un mundo ya muy viejo justo antes de nacer.

Aquí se viene a hablar del paraíso, entre otras cosas. Esa parece ser la consigna. Helga, como los niños mensajeros de uno de sus poemas («La gran noticia»), rasga el sayo del crepúsculo y celebra la maravilla. Al instante, nos ciega el resplandor «y oímos / estallar el júbilo / por todo el universo».

Helga Krebs, Animales humanoides sobre verde, 70×56

  

Cuidar la herida porque es un ojo. Por Begoña Ugalde P.

La primera vez que me aproximé a “La curvatura de la manzana”, fue gracias a que el hijo de su autora, Bruno Montané, me entregó la preciosa edición que publicaron junto a Ana Chagra a través de Ediciones Sin fin. Estuvimos en esa ocasión conversando en un café del Raval donde me contó algunas cosas que me parece interesante consignar acerca de su madre y que sirven como llaves para entrar al libro: Que Helga Krebs nació en Alemania, pocos años antes de que se instaurara el nazismo. Que por lo mismo huyó junto a su familia a Chile donde vivió desde los tres años. Que en Chile estudió medicina, pero se dedicó de manera autodidacta a la pintura. Que durante la Unidad Popular participó en un colectivo de pintoras. Que, tras el golpe de Estado, en 1974, ella y su familia se trasladó a México, específicamente a Hermosillo. Que durante este tiempo continuó dedicándose a la poesía, y que casi diez años después comienza con la escritura de “La curvatura de la manzana”, un poemario que da cuenta de un proceso creativo iniciado hace tiempo, donde se consolida un imaginario que ya ha sido largamente explorado y trabajado por ella; el paraíso perdido, el paraíso terrenal, el espacio doméstico que se desborda, la sensualidad de las formas naturales, el contacto que con ellas tiene una hablante femenina que es capaz de comunicarse y conectar con aquello que la rodea desde sus sentidos alertas. 

Es así como “La curvatura de la manzana” es la consolidación de un proyecto poético que da cuenta de toda una vida, que a su vez ha sido muchas vidas. Una pista de esto lo da la portada del libro, donde aparecen los nombres de las ciudades donde la autora ha escrito los poemas (ciudades a las que viajaba para hacer sus exposiciones). Es decir, un mapa donde ha explorado su identidad en múltiples facetas y vínculos. Y donde se entregó a la labor creativa, sin perder de vista su fuerte relación con los territorios y los afectos que en ellos tejía.

El tema de la genealogía cruza todo el poemario, desde una profunda conciencia de ser parte de un linaje de mujeres fuertes, en el amplio sentido de la palabra, sin perder el ímpetu creativo. Una conciencia que viaja a través de eras y paisajes, que es capaz de mezclar en un mismo poema mitología griega, referencias bíblicas y surrealistas, siempre desde un fuerte espíritu pagano, donde la fe en el arte es el credo más potente y fértil, el único credo, en realidad. 

Helga Krebs, Virgen galáctica (con objeto volador), 56×75, 1983

Y digo arte y no sólo poesía, pues el oficio de la pintora se nota en la construcción y perspectiva de los poemas. Un ojo y una mano que han trabajado largamente descifrando luces y sombras, las figuras que estas revelan y ocultan. También las luces y sombras interiores, aquellas que necesitan de un ojo alado para ser vistas. Un ojo vaticinador, que al observar la forma violenta en que se relaciona “el Hombre” con la naturaleza es capaz de anticiparse también a desastres naturales y radioactivos. 

Y es por ello que la poesía de Helga Krebs, es una poesía que abre la visión. Que es capaz de anticiparse al futuro, desde una conciencia de que la tierra es un ser viviente, un todo, que se sostiene a partir de fuerzas creadoras y destructoras. Y que aún, a pesar de las guerras, la violencia, y la forma depredadora que ha instalado el patriarcado como única posibilidad de subsistencia, está llena de sacralidad y belleza.

Belleza que debe ser defendida desde la palabra poética. 

Helga Krebs, Transfundidas

Y es también asumiendo esta dialéctica, o tensión, entre el poder creador y destructor femenino, que la autora asume la condición de poeta, poniendo en el centro el desgarro que provoca esta contradicción. Hay en sus poemas una invitación a defender entonces la herida y reivindicarla como un espacio de lucidez. Pero no desde una óptica judeo-cristiana, donde el dolor y el sacrificio nos brindarán el cielo después de la vida terrenal, sino que desde la sabiduría que se desprende del gesto de señalar el dolor y reconocerlo tanto en el cuerpo como en el espíritu para poder liberarlo. Defender la herida para que tenga tiempo de cicatrizar. Cuidar la herida porque es un ojo. Una boca. Un espacio político. 

La recompensa de este reconocimiento es aquí y ahora, y tiene que ver con dedicarle tiempo a la construcción de un imaginario propio, que servirá de guía también para generaciones futuras. Ya que, si se sigue negando e invisibilizando el hecho de que el capitalismo se ha fundado infringiendo sistemáticamente dolor en el cuerpo femenino, es difícil participar también del goce del mundo, de la realidad, de la naturaleza. Por eso es valioso leer a mujeres que han reconocido en ellas las huellas del orden patriarcal y han poetizado desde ahí. No exagero entonces al decir que al leer a Helga Krebs sentí la emoción de encontrarme con algo más que un referente, es decir, con una madre literaria. Que, a su vez, como ya dije, señala y reconoce a sus ancestras. Que interpela a la poesía como si fuera una deidad viva, un espacio complejo pero habitable, un territorio fértil para echar raíces entre tanto viaje y traslado. Un lugar donde se puede descansar, encontrar refugio y observar el florecimiento de los árboles. Las formas siempre sorprendentes de la naturaleza. La anatomía de las flores y animales. La curvatura de la manzana. 

Helga Krebs, Tal vez una clara noche, 72×72, 1988

Helga Krebs / Incansable turista de su interna geografía. Por Miguel Guzmán Nieves

(Texto leído en la presentación de La curvatura de la manzana, Feria del Libro, Hermosillo, 2018)

Helga con su espumosa cabellera blanca como antenitas receptoras ante una realidad sometida a ser calibrada… Reflexiones, discusiones, análisis, meditaciones y conversaciones nutren su imaginación expansiva para construir sólidamente su trabajo pictórico de varias décadas.

Su proceso creativo era su apasionado estilo de vida, la búsqueda constante en cada rincón físico o mental, amante del cine, la lectura, la música, la ciencia, los viajes, la crítica, la amistad y la familia.

Y una buena copa de vino… ¡Salud!

Toparse con la obra de Helga Krebs es ruborizarse hasta el corazón. Estar frente a sus fotogramas pictóricos, es escudriñar la escena perfecta. Personajes palpitantes de tibia sangre tocados por el color malva y ataviados de delicadezas táctiles… Papel amate, pequeñas piezas metálicas, fibras tejidas, radiografías, pelaje, cables, mangueras y todas las posibilidades a su paso en formatos que rebasan lo convencional.

Sus personajes se comunican a través de la epidermis, cuentan la historia a rozones, a mordidas, a olisqueadas y a escribir debajo de la piel el dulce sabor de la memoria, llevándonos hasta los límites de la ternura.

En su producción artística, como parte medular de cada obra realizada son sus títulos, la gran interrogante en la gestación creativa de Helga Krebs…

 ¿Qué fue primero? ¿La obra o el título? Aquí algunos ejemplos:

– Semejante a una devoción
– Nada más engañoso que las evidencias
– Duro corazón de las visiones
– Cercano rumor de alas
– La perfección de la tribu
– Tu barroco corazón vuela mundos
– Turbulencias sobre un horizonte color de rosa
– Manzanitas del paraíso radioactivo
– En mi país no hay nubes intervenidas

Y  la lista es extensa y notoria la inversión en el juego de bautizar cada pieza.

Como artista disciplinada, el ejercicio de la escritura era parte del quehacer cotidiano. Cuadernos completos con su caligrafía sin tachaduras, contando pensamientos, notas, interpretaciones, justificaciones o cuentas por cobrar. El orden de sus ideas bien formadas en cada hoja amarillenta son también el testimonio de un compromiso artístico inquebrantable.

Pero lo que hoy nos tiene aquí es su poesía.

La Curvatura de la Manzana (Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2017), poemario que reúne 36 poemas escritos entre los años 1983-1985.

Su poesía va de la mano de su obra pictórica. Versos libres que dibujan las escenas, los personajes de carne y huesos envueltos en una atmósfera de añoranza.

Convivir con la obra de Helga Krebs es aventarse a los pasajes sensoriales de la libertad y darse cuenta que no hay cabida para lo breve.

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Helga Krebs, Situación con fruto verde, 70×70, 1991

Paraíso radioactivo

                   I

–¡Viviremos! –escuché
vociferar al manzano, y en su copa
me puse a construir un nido
de chispas frente al eclipse,
para cantar bajo el negro
resplandor de la tormenta.

Loca de pensar, ahora la reina muerte
se sueña vida. El manzano se alucina
ciudadano de un vasto huerto. Y yo,
ruiseñora calcinada, produzco
mi primer huevo de neutrones.

                  II

En la mañana de cenizas
bajo el brazo de mi árbol
late la inflamación azul
del fruto nunca visto.

Observo la mirada
recién nacida de la mujer.
Despejando el estropicio mortal
del paraíso, se desliza
pensativa por el cuerpo
del durmiente.

Eva
–afilada sonrisa morena
de cara a la manzana–
subvierte su memoria
y se anuda la trenza.

La curvatura de la manzana (Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2017)

Helga Krebs, Baraja naranja

Reflejos

En el lugar
de la fiesta
suave ritmo
de goteras cae
sobre brillantes
uniformes de gala.

Bajo cuatrocientos
potentes focos
los iguales bailan
pausadamente
cada uno al compás
de su doble.

No reconozco
a mi otro.
Las miradas fijas,
espejos paralelos,
multiplican
pequeños horrores
infinitos.

La curvatura de la manzana (Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2017)

Como un sueño. Por Ximo Rochera

Me despiertas temprano, no sé a qué viene ese deseo diario…

Estoy bien en los sueños. Allí los coches pasean con sus torretas engalanadas con cañones, mientras cientos de animales desnudos abrazan tu cuerpo tendido sobre mi reflejo desarticulado. Si la boca quiere, solo si quiere, se comerá un pie; y se alargarán sus dedos afilándose como colmillos: es el principio del canibalismo –o canibaalismo, si quieres–, aunque tú no lo entiendes… ¿por qué deberías hacerlo? Por algo llevas paraguas cuando llueve y te balanceas en la mecedora cada tarde.

Me despiertas temprano, sí, y me robas los sueños que son lo único que me queda: tu obsesión por desgarrarme de la cama.

Quizá pienses que no es importante lo que hago, que buscar la perfección de la curvatura de la manzana sea una pérdida de tiempo, que mejor estaría despierta, y no tumbada e inmóvil como si hubiese recibido la visita de tres hermanas hilanderas. Quizá todo eso que tú piensas te parezca apropiado, pero ¿acaso algún día entenderás que solo de esta forma me mantengo viva, convirtiendo en posible todo lo que tú crees imposible?

Déjame, déjame imaginar un mundo en el que tú vives desnuda dentro de mí y yo soy solo un animal indefenso…

Déjame, 

quizá,

descansar

un poco más.

Helga Krebs, Blanca mecedora, 72×72, 1998

Custodios de la neblina. Por Sergio Pinto Briones

En Barcelona apenas queda neblina. Bruno Montané, imitando a su madre, las custodia y con esa levedad hace poesía en su ventana de la 4ª planta.

Tocan a la puerta y no hay nadie, es Helga Krebs, dice Montané, que toma un frasco vacío y guarda el olor de su madre, de pinceles, de ausencias rojas y se agarra el cabello blanco, el mismo que tenía su madre, y dibuja consolado criaturas, animales mitológicos, mientras suena el revoloteo de los insectos amarillentos que han viajado kilómetros desde el desierto, desde la casa de sus padres, en Sonora.

Helga Krebs, La lección de taxidermia, 123’5×81’5, 1986

Toda obra de arte es una criatura de su época, a menudo madre de nuestros sentimientos, señalaba Kandinsky. Eso Bruno lo tiene claro, pues cada mañana huérfano de Helga y sus criaturas pregunta a sus huellas cuál país habita ahora, pese a que no comulga con ningún territorio, excepto con las fronteras del pleonasmo.

En algunas noches, Montané inmerso en una fantasía llama a Helga, bramando como los personajes zoomórficos de sus pinturas: “pinta la inflexión menos pronunciada y que sea cada una un paisaje que hemos vivido juntos, incluye en éstas las contracciones de mi parto, y la primera vocal que, como embrión, vociferé a la existencia”. 

Helga Krebs, Infierno de amor encarnizado, 148×124, 1997-1998

Montané dibuja y descifra con la poesía, pues la vida son líneas capaces de expresarlo todo, azares del vástago del óleo y el acrílico que fue criado con figuras surrealistas, que, como hermanos mayores, le enseñaron a él y a su hermano Álvaro, pintor también, que el absurdo, forma sin sentido de la realidad, está más presente que la ausencia carnal. 

Irrupciones y apariciones, así aparece Helga, también poeta (La curvatura de la manzana), en la lengua de su tribu y la de su hijo. Contrastes entre lo limítrofe y lo infinito que Bruno desgarra el canto evidente de que la vida no es solo con lo que nos quieren embaucar: polvo y ruido, sino que es Helga Krebs (1921-2010), cauce de todas las criaturas que nos habitan.

Helga Krebs, La piel no percibe sus límites, 120×110, 1998

Conversación con Helga Krebs. Panorama de la pintura en Chile. Por Roberto Bolaño

La siguiente conversación apareció en El Nacional. Revista mexicana de cultura, dirigida por Juan Rejano, México D.F, el 30 de marzo de 1975. El documento es valioso, es la primera entrevista que Helga Krebs dio en suelo mexicano, cuando su exilio apenas comenzaba –y además se trata de uno de los primeros trabajos periodísticos de Bolaño–. El entrevistador, está de más decirlo, se convertiría, dos décadas y media después en una de las voces narrativas más poderosas de la literatura. En el texto se advierte el clima de tensión que se vivía por aquellos días en Latinoamérica, en general, y en Chile, en particular. 

(Entrevista recuperada de la Revista Universidad de Sonora, n.º 29, enero de 2011)

Helga pega el último, no, el último no pedacito de piel al gorila; una mariposa sonríe, muchos hombres corren, una bala, dos balas, tres balas, Miss Gorila es asesinada en su tina, misterio, el sol se pone verde, los amantes compañeros acribillados se besan, la sangre corre. Estamos en el estudio dormitorio de la pintora pop chilena recientemente llegada a México. Pinturas y dibujos de ella y de su hijo Álvaro por todos lados. Ha expuesto su obra en la Casa Chile, en diciembre de 1974 y enero de 1975. Antes de comenzar con las preguntas hojeo algunos catálogos de sus recientes exposiciones; entre las colectivas destacan: Universidad de Chile, Universidad de Concepción, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Lima, Asunción, Bogotá, Caracas, Quito, Ciudad de México, Casa de las Américas, La Habana, Cuba. Entre las individuales destacan: Universidad de Chile, Santiago y Antofagasta, Galería Guernica de Buenos Aires, Galería “U” de Montevideo, Sala Gaudí, Barcelona, Galería “Arte 27”, Roma, Trastevere, Italia. Ha obtenido las siguientes distinciones: Tercera Bienal Americana de Arte, Córdona, Argentina, 1966; Salon CRAV 1967; Premio de la Crítica 1968. Sus trabajos fuguran en las colecciones del Museo de Arte Contemporáneo de Chile, Museo de Montevideo, La Habana, Roma, Barcelona, etcétera. Sin más, lanzamos nuestra primera pregunta:

¿Actualmente qué haces? ¿Preparas una exposición?
Helga contesta:
–Hace más o menos cinco meses que llegué a México; estoy pintando, con la idea de que tal vez pronto pueda hacer una exposición acá y me salió esta oportunidad de mostrar mis cosas en la Casa de Chile. Como había dejado todos mis trabajos en Chile, tuve que comenzar de cero. Esto me dio la oportunidad de replantearme una serie de posiciones con respecto a lo que deseo expresar ahora, tras la experiencia política que se vivió en Chile y que para muchos de nuestro oficio, que estábamos metidos en un arte de corte más o menos “político”, significó un repliegue. Los trabajos que logré hacer en Chile entre septiembre del 73 y mayo del 74, alcancé a exponerlos y significaron como una tímida iniciación de lo que estoy desarrollando acá con toda libertad.

Háblanos de la situación de la pintura en Chile antes del golpe. Tengo entendido que el mural y el cartel habían cobrado gran importancia. Dentro de esto, ¿cuál era tu participación como pintora?
–Efectivamente, en Chile antes del golpe militar y durante los tres años de la Unidad Popular, e incluso antes ya, las artes visuales salieron a la calle, al campo, a los barrios. Esto se produjo por obra de la Reforma Universitaria durante el gobierno de Frei. Así se vio cómo muchos de los artistas que también eran profesores o ayudantes de cátedra salieron con los alumnos a tomar contacto con el pueblo. Durante la campaña electoral de Allende, las calles y poblaciones se llenaron de murales pintados en forma colectiva. La famosa Brigada Ramona Parra elaboró y aplicó un estilo de integración plástica de textos con imágenes de contenido político que siempre resultaban muy fuertes y a menudo también bastante poéticos. Fueron muy importantes también las infaltables decoraciones de los escenarios para las manifestaciones populares. Como esos trabajos, que casi siempre eran monumentales, después se desarmaban junto con las tablas del estrado, cada vez que había una concentración, estábamos enfrentados a la tarea de descubrir y presentar nuevas imágenes, de acuerdo con lo que en esos momentos sucedía en el país. Los aspectos del cartel que tú preguntas eran también una veta magnífica para la graficación artística de sucesos políticos. Claro que también había afiches meramente decorativos destinados a la venta masiva. Lo que concretamente se hizo después del triunfo de la Unidad Popular ya se inserta en los problemas de las diversas campañas del gobierno dentro del Programa Popular. Por ejemplo, salubridad, con aspectos referentes a las vacunaciones, a la “guerra de la mosca”, el alcoholismo, a la enseñanza de la higiene en el cuidado y alimentación de los niños (hubo sobre éstos también muchos y lindos murales pintados en las poblaciones). O carteles publicitarios refiriéndose a la construcción de viviendas populares. O la “campaña de la producción” que graficaba la necesidad y los motivos por los cuales debía aumentar la producción agrícola e industrial, y la lucha contra el ausentismo laboral. Simultáneamente, siempre hubo en diversos lugares de la capital y provincias, exposiciones colectivas de cuadros, material gráfico, artefactos ilustrativos y didácticos, a menudo hechos con mucho humor y concebidos en forma totalmente moderna y “agresiva”. Mira, en general, todo ese tiempo se caracterizó por la participación en tareas plásticas colectivas donde los proyectos eran discutidos en equipo. Aprendimos en poco tiempo a sincronizar puntos de vista tanto artísticos como políticos. Al mismo tiempo, cada uno trabajaba por su cuenta en sus propias investigaciones, las cuales luego iban a enriquecer la labor colectiva, y al revés: cuando salíamos de una obra en equipo, nuestra visión para las ejecuciones personales estaba como más completa en cuanto a técnica e idea. Aprendimos gran cantidad de cosas nuevas como artistas y como personas. También las exposiciones de lo que llaman “arte de caballete”, más o menos individualista, se hacían colectivamente, sin faltar en ningún momento lo que siempre hubo: las muestras personales de todo tipo de contenido. Con respecto a las dificultades que se presentaban en los grandes trabajos en equipo, siempre estaba la parte financiera. No había organismo –salvo los comerciales, burgueses– que manejara dinero suficiente para todo lo que había que ejecutar –y es mentira de la reacción, incluso todavía hoy, que el gobierno de la Unidad Popular gastara cantidades fuertes en la concientización por los conductos gráficos–, como también hubo lagunas en los otros métodos de propaganda masiva. Ni siquiera podíamos disponer de materiales más durables cuando se trataba, por ejemplo, de armar los grandes mosaicos de colores –palabras e imágenes– en el marcador de goles del Estadio Nacional, para las gigantescas concentraciones que hubo allí. Todo el mundo hacía trabajo voluntario; la cosa funcionaba por amor y compañerismo. Y porque estábamos participando en algo donde éramos trabajadores como todos los demás que producían algo nuevo.

¿En qué escuela se ubicaría tu estilo?
–Parece que siempre fuera necesaria esa pregunta de difícil contestación, aunque a la postre no tan complicada para quienes gustan de la “cocina”. Mira, tengo la impresión de haberme sacado un “estilo” primero de los planteamientos del neofigurativismo, que lo comencé a investigar por el 67 o 68. Luego, me fascinó su derivación, el pop, pero no usé nunca la representación derrotista de los valores de la sociedad de consumo. Cuando más, me valgo de imágenes insinuadas por la televisión, el cine, los cómics y ciertos elementos del cartel, todos éstos para dar cuerpo a una tendencia crítica y también de extrapolación poética. Por lo tanto, no me hallo con un pop duro, ni con una neofiguración sin mezclas. Me interesa representar un mundo lleno de intencionalidad; intento contar la historia a través de valores plásticos, nunca “ilustro”, pero sí me valgo del hecho cotidiano de extrapolarlo. En estos momentos, ando en la continuación de mi viejo “Diario de Chile”, que ya lleva como cuatro años desde su iniciación. A pesar de lo que pasó en mi país, no tengo pasta para entrar en la “onda negra”. No creo que eso sea sino una forma de hacerle el juego a los militares, que harto les gustaría que nos dedicáramos a sufrir y a gemir. La descripción del espanto y la represión, y la denuncia son necesarios e importantes, pero pienso que va llegando la hora de ir más allá y plantear un lenguaje que esté más de acuerdo con una cierta noción de que los de la Junta no son ni omnipotentes ni eternos. Dije recién lo de la “cocina”, pues habremos de trabajar con diversos ingredientes que nos sirvan más que otros, y más que las definiciones de libros de historia del arte, para lograr, dentro de la problemática de la resistencia, una tendencia pictórica de imágenes positivas, por muy fieras que sean. 

Has salido de Chile. Estuviste en Europa en 1973. ¿Cómo vieron allá este tipo de plástica chilena?
–El “estilo” que acabas de pedirme que te defina, y que viene precisamente de lo que se infiltró en mi trabajo personal durante el tiempo de los trabajos en equipo, el año pasado lo llevé en carpeta a Italia y España. Allá había mucho interés en esta onda, sobre todo entre la gente de izquierda, que en esto de la pintura no salían todavía de la crítica sin salida a la destrucción del individuo en medio de la sociedad de consumo, o a las miserias y matanzas en las guerras. Platicamos largamente con la gente y sobre todo con los jóvenes, y tuve oportunidad de contarles de muchas cosas de las que te conté recién cuando me preguntabas sobre las actividades en el arte chileno de la Unidad Popular. En estos meses, entre enero y junio, el golpe militar se vislumbraba y había mucha ansiedad en los europeos por nuestro camino y las amenazas de algo difícil de imaginar.

Muchos intelectuales fueron perseguidos por el gobierno de Pinochet. ¿Sufrieron los pintores algo parecido?
–Los trabajadores del arte, claro, también fueron perseguidos y aún lo son en la medida en que estuvieron laborando en las universidades, haciendo clases y organizando la plástica revolucionaria. Fueron y son separados de sus cargos por su ideología, expulsados bajo acusaciones a menudo fulleras, de tipo administrativo. La realidad es que no sólo militantes políticos sino también los simpatizantes sindicados como activos, ahora en su mayoría tienen que dedicarse a subsistir económicamente a través de trabajos artesanales o incluso labores que no tienen nada que ver con la plástica. También los hay que están presos por actividades extra artísticas o por simples opiniones adversas al gobierno de los militares. Una nota típica de estos modos de usurpación del poder se dio con la destrucción y quemantina de una cantidad de obras que en los momentos del golpe circulaban en exposiciones itinerantes por la capital bajo el lema de “¡No al golpe fascista”. Corrieron la misma suerte que infinidad de libros considerados subversivos…

¿Cuáles son los obstáculos –aparte, como si fuera poca la diaria represión– a sortear por el artista plástico chileno? ¿Cuál crees que debe ser el papel actual del pintor chileno dentro y fuera del país?
–Tal como vemos el panorama plástico chileno en este momento, es problemático hablar del “papel” que debe asumir la gente de arte en un país donde todo lo que no sea projuntista, indiferente o meramente técnico o “pragmático”, es discriminado como negativo o disolvente o “incitador a la violencia”. Por de pronto, lo que sí han entendido los artistas chilenos que debieron quedarse en ese ambiente, es la urgencia de investigar, estudiar, buscar claves para descubrir un camino para la expresión del difícil momento actual. La lucha contra las limitaciones impuestas por la onda oficial y contra la simple necesidad económica de cada uno, puede ser la piedra de toque para el desarrollo de una veta interesantísima dentro de la clásica profesionalidad y calidad conceptual a toda prueba que hace muchos años distingue a la mayoría de estos pintores. Durante los primeros meses de 1974, ya hemos podido observar muy buenos trabajos. El resto de lo que tú llamas “el papel del artista” creo que está más bien inserto en las tareas de todas las personas, independientemente de su especialidad, dentro de la organización para que las cosas cambien. En cuanto a la gente del arte que salió de Chile después del golpe, es claro que para ellos la libertad de expresión es una gran suerte y una tremenda responsabilidad. Como cualquier otro oficio, la plástica y la ideología que puede promover es un método más como instrumento cultural para intervenir en la resistencia. Además, permíteme opinar que siempre está la tarea del aprendizaje de lo que pasa en otros lugares del mundo. Hay que observar, vivir, incorporar lo que facilite mejores y más claras expresiones. Y hay que trabajar mucho y mostrar la obra como aporte, testimonio y comunicación.

Helga Krebs pintando copia del mural Sepulcro en Tarquinia, Chile, 1959

  Video-entrevista a Helga Krebs

HELGA KREBS. Pintora chilena nacida en Alemania. Vivió en la República Mexicana desde 1974. Se radicó y trabajó en Hermosillo, Sonora, a partir de 1977.

En su juventud estudió música y medicina. Desde 1960 participó en exposiciones individuales y colectivas en museos, galerías universitarias, municipales y estatales, casas de la cultura e institutos culturales, galerías de sedes diplomáticas, sindicatos y escuelas en diversas ciudades de América Latina, Estados Unidos de Norteamérica, Europa y Oriente. Sus trabajos figuran en colecciones particulares y públicas, o estatales, de México, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Cuba, España, Portugal, Bélgica, Francia, Italia, Alemania, EE.UU. y Canadá.

EXPOSICIONES COLECTIVAS

Ferias de Verano en La Serena, Arica, Santiago de Chile.
Salones de Verano en el Museo de Bellas Artes, Viña del Mar, Chile.
Salones CRAV y ESSO, Santiago de Chile.
Programas de Extensión Plástica de la Universidad de Chile y de la Universidad de Concepción, Chile (1962 – 1970). 
Extensión de la III Bienal Americana de Arte de Córdoba, a los Museos de Arte Moderno de:
Buenos Aires, Argentina.
Asunción, Paraguay
Caracas, Venezuela
Lima, Perú
Quito, Ecuador
Bogotá, Colombia
Ciudad de México, México 
(Programadas entre 1966 y 1967).
Casa de las Américas, La Habana, Cuba 1969.
Centro » A «, Santiago de Chile, 1970 a 1973.
Sindicatos Textiles, Chile, 1971 a 1973.
Salón de Plástica Contemporánea, Santiago, Chile.
Homenaje a Joaquín Torres García, Galería Gaudí, Barcelona, España 1973.
Expo Colectiva de Pintura Chilena, Georgetown, Guyana.
Arte de Chile, Maracaibo, Venezuela 1974.
INTERGRAFIK 1976, Museum für deutsche Geschichte, Berlín, Alemania.
Muestras Colectivas de Arte Chileno (Solidaridad): 
Plovdiv y Sofia, Bulgaria.
Varsovia, Polonia.
Dresden, Leipzig, Halle, (Alemania).
«Chili: l’espoir «, Reims, Francia.
«Artists in exile”, The Boston Visual Artists’ Union, Boston, Mass. USA.
«Latin America: the other image…», Fondo del Sol Gallery, Washington, D.C. 1977.
«Doce Artistas Latinoamericanos en el Exilio», Galería Universitaría, Puebla 1978.
Colectivas chilenas en la República Federal de Alemania: Berlín (Kreuzberg), Wuppertal, Tübingen, Köln, Hamburgo, Münster, Bonn, Bremen, Selm, Botzlar, Homer, de 1977 a 1979.
«Cinq Femmes Chiliennes», Galerie du Centre d’Action Culturelle «Pablo Neruda», Corbeil-Essonnes, extendida a Galerías Municipales de París y Calais, Francia 1980.
«International Conference of Artists for Peace», Tokyo y Yokohama, Japón 1979.
Semana de Solidaridad Latinoamericana, Colegio Nacional de Economistas A.C., México D.F. 1979.
«La Neofiguración en México»,   Palacio de Minería, México D.F. 1980.
Kiosko del Arte, Hermosillo, Sonora
Galería de la Ciudad, Mexicali, Baja California
La Tortolita Galleries, Tucson, Arizona.
«Three Sonaran Artists (honoring Mexican Independence Week), La Tortolita Galleries, Tucson y Scottsdale, Arizona 1980.
«Reencuentro de Maravillas», Instituto Chileno-Francés de Cultura, Santiago de Chile, 1979.
«Diálogo de Invenciones», Galería del Colegio de Arquitectos, Viña del Mar, Chile 1982.
Galería Época, Santiago de Chile 1983.
«Homenaje de la Mujer a la Mujer», Galería Espacio-Arte, Santiago de Chile 1983.
«El Autorretrato Intervenido», Galería Espacio-Arte, Santiago de Chile 1983.
Bienal Latinoamericana de Pintura, Universidad Católica de Valparaíso, Chile 1983.
«Los Premios de la Crítica 1955-1982 «, Santiago de Chile 1983.
Colectiva » Seis Mujeres», Palacio Lyon, Valparaíso 1984.
«Artists look at U.S. Politics in the 1980s», Southwestern College, Chula Vista, California 1984.
«Arte de Coleccionistas», Mexicali B.C. 1985.
Expo IV Simposio » Mujer y Sociedad en América Latina «, Universidad de Baja California Norte, Mexicali 1985.
I Expo Colectiva de Invierno, Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora 1985.
Plástica Sonorense (Itinerantes):    Senado de la República, México D.F. 1985.
Mexicali 1986
Aguascalientes 1986
Culiacán, Sinaloa 1986
Xalapa, Veracruz, Córdova. Veracruz, 1986
Phoenix, Arizona 1986.
II Expo Colectiva de Invierno, Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora 1986.
II Encuentro de Pintores del Estado de Sonora, 1986.
Expo » Nicaragua y la Paz «, Solidaridad con Nicaragua, Centroamérica y el Caribe, y por la Paz, Mexicali 1987.
Expo Colectiva PAVAC (Profesionales de las Artes Visuales A.C.), México D.F. 1987.
Tercer Encuentro de Plástica Sonorense, Hermosillo 1987.
Colectiva de Invierno, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Hermosillo 1987/1988.
Gallery Fair, Mendocino, California, USA 1988.
Expo «Entdeckungen» (Descubrimientos), Gallerie Kunst der Zeit, Dresden, Alemania 1988.
Expo Dos Mujeres, conjunta con Margarita Pellegrin, Dresden, Alemania 1989.
Feria de Las Flores, Tucson Arizona 1989.
«Tres Expresiones», Universidad del Noroeste, Hermosillo, Sonora 1989.
I Bienal de Artes Plásticas, Sonora 1989.
Fort Bragg Center for the Arts, California 1989.
Gualala Arts Center, California 1989.
«Mujeres Creativas», La Serena Chile 1992.
«Pintura Sonorense», gira a Trento, Italia 1992.
«5», Instituto Chileno-Francés de Cultura, Santiago de Chile 1992.
Pintura y Gráfica Latinoamericana, Kemin Taidemuseo ( Museo de Arte Moderno ), Kemi, Finlandia, 1992.
Gráfica y Poesía Latinoamericana, Galería Gutenberg, Wiesbaden, Alemania 1992.
Colectiva en Sala » Manuel Romo», Universidad de Sonora, Hermosillo 1993.
IV Bienal de Artes Plásticas del Noroeste, Hermosillo 1993.
Festival de Álamos, Sonora 1994.
Muestra Mujeres en la Plástica, Comisión Sonora-Arizona, Hotel Howard-Johnson, San Carlos, Guaymas 1994.
«Impacto Cultural III», Mujeres a través de la Frontera, Universidad de Arizona, Tucson 1994
Circuito Artístico del Noroeste, Sonora 1994.
Colectiva «Miniatur», Dresden, Alemania 1995.
Colectiva en Galaría Lalique, Hermosillo, Sonora, 1995.
Concurso Estatal de Artes Plásticas, Sonora, 1995.
Expo “Opus 96”, Casa de las Imágenes, Hermosillo, Sonora, 1996.
III Simposium de Arquitectura Mexicana del Instituto Tecnológico de Monterrey, Sede Sonora,  en salas del INAH, 1996.
“Sólo para niños”, Galería de Artes y Ciencias de la Universidad de Sonora, Hermosillo, 1996.
Colectiva  de Pintoras de Sonora, Festival de Álamos, Álamos, 1997.
Pintoras de Sonora: Congreso de Mujeres Empresarias y Profesionistas, Sonora-Arizona, 1997.
12 Pintores de Sonora, Casa de Bolsa Inverlat, Hermosillo, 1997.
Colectiva Liceo Thezia “Aprendiendo a ver”, Hermosillo, 1997.
“Expresión de Mujer”, Candidatura Betty Estrada, Hermosillo, 1997.
Colectiva Casa de las Imágenes, Hermosillo, 1997-1998.
Obra Artística Patrimonial, Biblioteca Universitaria “Raúl Rangel Frías”, Monterrey, N.L. 1998.
Feria Internacional de Arte en Sonora: “Visiones Compartidas.” 1999.
“7” Exposición Colectiva de Pintura y Fotografía, Galería del Centro de las Artes de la Universidad de Sonora, Hermosillo. 1999.
Álamos 2000 – Ruta del Arte.
Carnaval de Guaymas – Casa de la Cultura, Guaymas, 2000.
Centro Ecológico de Sonora: “Mujer y medio ambiente”, Hermosillo, 2000.
Muestra (itinerante) de Pintura del Norte: “Año 2000, del siglo XX al Tercer Milenio” :
Centro Nacional de las Artes, Ciudad de México.
Centro Cultural Tamaulipas, Ciudad Victoria, Tamaulipas.
Casa de la Cultura de Nuevo León, Monterrey, Nuevo León.
Galería del ICOCULT, Saltillo, Coahuila.
Feria Internacional “Visiones Compartidas II”, Hermosillo, 2000.
“Todos Sonora”, Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora. 2000.
Álamos 2001, XVII Festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado, Álamos, Sonora. 2001. 

EXPOSICIONES INDIVIDUALES

Galerías de Bellas Artes del Museo de La Serena, Chile 1960 a 1966.
Consejo Británico, Santiago de Chile 1962.
Universidad de Chile, Antofagasta, Chile 1962.
Sindicato del Cobre, Chuquicamata, Chile 1962.
Universidad de Chile, Casa Central, Santiago de Chile 1963.
Galería del Consulado General de Francia, Valparaíso,  Chile 1963.
Galerías de la Embajada y del Consulado General del Brasil, Santiago y Valparaíso, Chile 1964.
Galería Latinoamericana de Arte » El Patio «, Santiago de Chile 1966.
Galería GUERNICA, Buenos Aires, Argentina 1967.
Galería » U «, Montevideo, Uruguay 1967.
Instituto Cultural de Las Condes, Santiago de Chile 1969.
Instituto Cultural de Providencia, Santiago de Chile 1969.
Galería Universitaria, Concepción, Chile 1970.
Galería Universitaria, Chillán, Chile 1970.
Sala del Sindicato del Carbón, Lota, Chile 1970.
Galería «Arte 27». Roma, Italia 1973.
Sala Gaudí, Barcelona, España 1973.
Centro «A», Santiago de Chile 1974.
Casa de Chile, México D.F. 1974.
Casa del Lago, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F. 1975.
Alianza Francesa (Centro), México D.F. 1975.
Galería Gandhi, México D.F. 1976.
Galería de Bellas Artes, Universidad de Sonora, Hermosillo 1977.
Casa del Lago, UNAM, México D.F. 1978.
Galería Libertad, Xalapa, Veracruz 1978.
Ex-Convento del Carmen, Departamento de Bellas Artes, Guadalajara, Jalisco 1978.
Southwestern College Art Gallery, Chula Vista, California 1978.
Galería Picasso, Ferrerías, Menorca, España 1979.
Kiosko del Arte, Hermosillo, Sonora 1979.
Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora 1980.
Ex-Convento del Carmen, Departamento de Bellas Artes, Guadalajara, Jalisco 1981.
Instituto Michoacano de Cultura, Morelia, Michoacán 1981.
Galería de la Ciudad, Mexicali Baja California 1981.
Casa de la Cultura, Tijuana, Baja California 1981.
Casa de la Cultura, Tecate Baja California 1981.
Sala Riviera Pacífico, Ensenada Baja California 1981.
Instituto Cultural de Providencia, Santiago de Chile 1983.
Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora 1983.
Galería de la Ciudad, Mexicali, Baja California 1984.
Casa de la Cultura de San Luís Potosí, San Luís Potosí 1985.
Galería de la Ciudad, Instituto Cultural de Aguascalientes, Aguas Calientes 1985.
Expo » Incidentes, Enigmas y Celebraciones «, Foro de Arte y Cultura del Gobierno de Jalisco, Departamento de Bellas Artes, Guadalajara, Jalisco 1986.
Expo » Motivos de la Imaginación «, Instituto Tecnológico de Monterrey, Sede Sonora Norte, Hermosillo, Sonora 1986.
Casa de la Cultura » 37 Capricornianas «, Hermosillo, Sonora 1987.
Galería de la Ciudad, Expo » Zona Abierta «, Mexicali, Baja California 1987.
CECUTT, Centro Cultural de Tijuana, Baja California 1987.
«Memoria Imagen» Instituto Tecnológico de Monterrey, sede Sonora Norte, Hermosillo, Sonora, 1988.
Expo «Begegnungen» (Encuentros), Galería Vendemmia, Berlin, Alemania 1988.
Instituto Cultural de Baja California, Mexicali, Baja California 1989.
CECUTT, Tijuana, Baja California, 1989.
Galerie Kunst der Zeit, Dresden, Alemania 1990.
Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora 1990.
Instituto México-Americano de Relaciones Culturales IMARC, Hermosillo, Sonora 1990.
«Encuentros Múltiples», Galería de la Ciudad, Mexicali, Baja California 1991.
«Encuentros», Galería de Bellas Artes del Museo de La Serena, Chile 1992.
«Encuentros Múltiples», Instituto Cultural de Las Condes, Santiago de Chile 1992.
«Encuentros Mútiples», Galería de la Municipalidad de Los Ángeles, Chile 1992.
«Encuentros Múltiples”, Galería » El Farol «, Universidad de Valparaíso, Chile 1992.
«Encuentros Múltiples», Centro Cultural de Viña del Mar, Chile 1992.
«Memoria y Reflexión», Casa de la Cultura Hermosillo, Sonora 1993.
«Memoria y Reflexión», Galería de Artes y Ciencias, Universidad de Sonora 1993.
Universidad Pedagógica, Hermosillo, Sonora 1993.
Expo 30 Aniversario del Departamento de Letras y Lingüística, Universidad de Sonora 1994.
«Memoria y Reflexión», Universidad Autónoma de Baja California, Sedes Mexicali, Ensenada, Tecate, Baja California 1994.
Instituto Tecnológico de Sonora, ITSSON, Ciudad Obregón, Sonora 1995.
Museo de Arte del INBA, Ciudad Juárez, Chihuahua 1995.
Universidad Autónoma de Chihuahua, Museo Quinta Gamero, Chihuahua, 1995.
Instituto Chihuahuense de la Cultura, Ciudad  Delicias, Chihuahua,  1995.
Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey Nuevo León, 1995.
Biblioteca Central  Magna, Monterrey, Nuevo León, 1996.
Casa de la Cultura, Hermosillo, Sonora, 1996.
Casa de la Cultura de San Luis Río Colorado, Sonora, 1996.
“Figuración”, Galería de Artes y Ciencias de la Universidad de Sonora, 1996-97.
“Las Evidencias”, Galería de Artes y Ciencias de la Universidad de Sonora, Hermosillo, 1999.
“Indicios y Evidencias 1994 – 1999” Galería de la Ciudad del Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, B.C., con extensión a Galerías de Ensenada, Tecate y Tijuana, B. C., mayo a diciembre de 1999.
“Evidencias Conjeturas”, Museo de Arte de Sinaloa, Difucur, Culiacán, Sinaloa, 2001.
“Evidencias Conjeturas”, Galería del Difucur, Mazatlán, Sinaloa, 2001.
“Las formas y los cuerpos”, Galería de Artes y Ciencia, Universidad de Sonora, Sonora, 2002.
Restaurant Bristo, Hermosillo, Sonora, 2002.
Teatro Auditorio/ Casa de la Cultura Nogales. 2003. “Escarben debajo de mi sombra”.
María Torres Gallery, Tucson, Arizona, USA. 2004.
“Escarben debajo de mi sombra”, Muestra antológica, Galería Instituto Tecnológico de Sonora, Ciudad Obregón, Sonora, 2006.
“Escarben debajo de mi sombra”, Muestra antológica, Galería Eusebio Francisco Kino, Casa de la Cultura de Sonora, Hermosillo, Sonora, 2007.
“Escarben debajo de mi sombra”, Muestra antológica, Galería del ICBC, Centro Estatal de Las Artes,  Mexicali, Baja California, 2007.
“Escarben debajo de mi sombra”, Muestra antológica, Galería de la Escuela de Arte de la UABC, Tijuana, Baja California, 2007.
“Escarben debajo de mi sombra”, Muestra antológica, Congreso del Estado de Chihuahua, Chihuahua, Chihuahua, 2007.
“El latido se abre paso en su interior”, MUSAS, Hermosillo, Sonora, septiembre 2010.

DISTINCIONES

III Bienal Americana de Arte, Córdoba, Argentina 1966.
Salón CRAV, Santiago de Chile 1967.
Premio Nacional de la Crítica, Chile 1968.
Premio Adquisición, II Encuentro de Pintores del Estado de Sonora, Hermosillo 1986.
I Premio Collage, Gualala Arts Center, California 1989.
Premio Adquisición Pintura, I Bienal Sonora, 1989.
Mención Honorífica, Muestra Pintura del Norte, México, 2000.

COLECCIONES

Sus trabajos figuran en colecciones particulares y públicas o estatales de: México, Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Cuba, España, Portugal, Bélgica, Francia, Italia, Alemania, EE.UU. y Canadá.

PARTICIPACIÓN COMO JURADO 

Concurso de Pintura Infantil, Radio Sonora, Hermosillo.
Concurso Premio Estatal de Artes Plásticas de Sonora.
Concurso del Cartel de Turismo, Mexicali, B. C.
“Viaje por la Naturaleza de México”. Concurso de Pintura Infantil, Bancomer, 1997. Ciudad de México.
Concurso de Ofrendas de Día de Muertos, Universidad de Sonora.
V Bienal Interuniversitaria, 1998, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali.
“Idea tu futuro”. Concurso de Pintura Infantil, Bancomer, 1999. Ciudad de México.
Selección de becarios del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, Sonora 2000.
Selección de becarios del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, Baja California 2002.  

COMENTARIOS Y CRÍTICAS ( BIBLIOGRAFÍA )

Antonio Romera, «El Mercurio», Santiago de Chile 1962.
Víctor Carvacho, «La Nación», Santiago de Chile 1962.
José María Palacios, «El Diario Ilustrado», Santiago de Chile 1962.
Pedro Labowitz, «Cóndor»,  Santiago de Chile, 1962 y 1983.
Enrique Melcherts, Valparaíso 1962.
Libro – Catálogo III Bienal Americana de Arte de Córdoba, Antonio Romera, 1966.
Carlos Maldonado, Santiago de Chile 1971.
Carlos Maldonado, Revista «Bildende Kunst», Alemania 1978.
Ricard Salvat, Barcelona, España 1973.
Carlo Quatrucci, Roma, Italia 1973.
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Roberto Bolaño, «El Nacional», México D.F. 1975.
Maricruz Patiño, «Tierra Adentro», INBA, México 1975.
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Ximena Ortúzar, «El Gallo Ilustrado», México D.F. 1978.
Armando Torres Michúa, «El Gallo Ilustrado», México D.F. 1978.
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Margarita Schultz, Santiago de Chile 1992.
Alfonso Calderón, Santiago de Chile 1992.
María Ester Saldivia, Valparaíso, Chile 1992.
Carlos Lastarria H., Valparaíso Chile 1992.
Eugenio Rodríguez, Valparaíso, Chile 1992.
Marío Sánchez R., Los Ángeles, Chile 1992.
Mario Moreno Zazueta, Hermosillo, Sonora 1993. 
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Martín Cuen Tánori, 1999, Hermosillo.
Cuqui Moncada, Hermosillo, 1999.
Francisco Bernal García, Mexicali, 1999.
Jorge-Arturo Freyding, Mexicali, 1999.  
Rubén García Benavides, Mexicali, 1999.
Roberto Rosique, Tijuana, 1999.
Karina Paredes, Mexicali, 1999.
Sonia Sotomayor, Hermosillo, 2000.
Juan Diego González, Hermosillo, 2000.
Edith Cota, Hermosillo, 2000.
Diego A. Wong, Hermosillo, 2000.
Mirna Jiménez, Hermosillo, 2000.
Karla Valenzuela, Hermosillo, 2000.
Alejandro A. Ramírez, Hermosillo, 2000.

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