«1000m2 de deseo. Arquitectura y sexualidad» por Ximo Rochera
«Lo que un gobierno no se atreve a hacer, lo hace un arquitecto […].»
Claude-Nicolas Ledoux
Esta exposición (del 25-10-2016 hasta el 19-3-2017), comisariada por la arquitecta Adélaïde de Caters y la jefa de exposiciones del CCCB Rosa Ferré está compuesta por maquetas, piezas artísticas, películas, fotografías, libros… que ambientados y ordenados cronológicamente vienen a dar una idea de cómo la arquitectura construye, amparándose en unos códigos culturales influidos por el deseo y el placer, edificios destinados a tales fines.
La arquitectura, hasta hace pocos años dominada por los hombres, ha propuesto espacios no normativos destinados a satisfacer el deseo masculino.
La exposición, dividida en tres apartados diferenciados (utopías sexuales (s.XVIII-s.XX), refugios libertinos (s.XVIII-s.XX) y sexografías (s.XX-s.XXI), reúne obra de Ledoux, Fourier, Sade, Paul Delvaux, Guy Debord, NIcolas Schöffer, Ricardo Bofill o Ania Soliman entre otros y muestra de qué forma se han diseñado, e incluso imaginado, los espacios destinados para el sexo en la sociedad occidental a partir del s.XVIII.
A través de sus 250 piezas nos adentramos en el imaginario que llevó a arquitectos y pensadores a diseñar o escribir lo que venían a ser sus templos de placer: el oikema de Claude-Nicolas Ledoux, los parteniones de Restif de la Bretonne, los falansterios de Charles Fourier, los espacios descritos por Sade, las comunidades hippies o la arquitectura radical de los años 60 o 70 de Ettore Sottssas, Haus-Rucker-Co o el proyecto de ciudad utópica VilleCybernétique (con un centro de entretenimientos sexuales) de Nicolas Schöffer.
La exposición incide en el poder que los espacios ejercen sobre el deseo, directamente a través de la arquitectura o, en diferido, utilizando esta como herramienta descriptiva en libros como Le Petite Maison (1758), de Jean François de Bastide, Point de lendemain (1777), de Vivant Deron o Las jornadas de Florbelle o la naturaleza desvelada de Sade.
En el s.XVIII París se consideraba la capital del libertinaje. El diseño de edificios y ciudades tiene un único fin: el deseo masculino.
Las construcciones circulares o semicirculares de Ledoux aseguran los placeres del ojo, como se muestra en su mítico dibujo en el que el interior del teatro de Besançon se refleja en el ojo del arquitecto. El placer se encuentra en la mirada. Según Ledoux los edificios debían manifestar, desde el exterior, a través de su forma, a qué se dedicaba la construcción, así como el personal que se encontraba en su interior; de ahí la forma fálica de sus oikemas.
Las arquitecturas imaginadas por Sade, utilizadas para describir o narrar sus escenas, también adoptaban formas circulares o radiocéntricas. Llegó a imaginar 32 establecimientos de la lujuria.
El escritor Restif de la Breton propuso un modelo de burdel estatal, el Partenion, para proteger la salud de los clientes.
Charles Fourier entendía que la arquitectura es el único camino posible para la transformación social; propuso la creación de falansterios (cédulas de explotación con 810 hombres y 810 mujeres –que garantizasen las asociaciones en series pasionales– organizadas según sus gustos o manías). Este fue el modelo que utilizaron, más tarde, las comunidades hippies.
En los panópticos sexualizados se intercambian los roles de los panópticos policiales (arquitectura carcelaria diseñada por Jeremy Bentham a finales del s.XVIII).
Nicolas Schöffer, como Fourier, se interesa por los placeres ciudadanos. El grupo internacional de arquitectura prospectiva (GIAP), formado por el propio Schöffer, Yona Friedman, Paul Maymont, Georges Patrix y Michel Ragon diseñó en 1965 una ciudad cibernética con un centro de entretenimientos sexuales y un verdadero espacio multimedia para el placer.
El diseño de casas con habitaciones individuales, para parejas o grupos marca las tendencias asociativas con claros mensajes sobre el deseo. Kings Road house, 1921, Schinder; Casa Miller, 1936 y Casa Devalle, 1939 de Carlo Mollino; Casa para Josephine Baker, maqueta de 1927 de Adolf Loos.; Playboytown house, 1962.
El gabinete de arquitectura de Ricardo Bofill diseñó el Castell de Kafka, 1968 en Sant Pere de Ribes o el barrio de Gaudí, 1964 en Reus.
«Las mujeres son solo los fantasmas de la vida moderna»
Beatriz Colomina
Con un capítulo entero dedicado a Playboy, comisariado por Beatriz Colomina, apreciamos las indicaciones (sugerencias) que desde esta mítica revista se hacía a los hombres para mostrarles la forma de vestir, pensar, qué beber o leer y también el entorno en el que debían vivir. Playboy utilizaba su fuerte impacto en el género masculino para influir en la cosificación de la mujer y la objetualización de los edificios como herramientas del deseo y la supresión de la intimidad. La cama Hefner como herramienta multimedia y precursor del ordenador o el teléfono móvil.
Las series fotográficas de Larry Sultan y de Kobei Yoshiyuki muestran los espacios como parques o lavabos públicos diseñados para el sexo.
Incidiendo en esta idea el diseño de las salas de cine X que perduraron hasta la aparición del video presenta el consumo pornográfico como accesible a hombres y mujeres y el visionado en grupo. En la exposición se ha incluido un prototipo de sala de cine en la que se proyectan secuencias de películas míticas del género (espacio comisariado por Esther Fernández).
Metidos de lleno en la revolución tecnológica ¿dónde encontramos, hoy en día, los espacios físicos destinados para el sexo? La respuesta es sencilla: en el ciberespacio.
El artista Yann Mihn busca el éxtasis telepático con el prototipo de su máquina de inmersión total en la realidad virtual. También el arquitecto-artista Pol Esteve investiga sobre la combinación de luz estroboscópica, música y drogas para producir efectos orgásmicos o de sexualidad desplazada (discotecas, raves…).
La proyección de videos en varias cabinas sugiere la invisibilización o la transferencia del deseo a la nube. Un chant d’amour, 1965, Jean Genet; Mansfield, 2006, William E. Jones.
Las redes sociales, los encuentros anónimos, las pool parties, los clubs eróticos pertenecen a ese grupo de sexualidades contemporáneas invisibles.
Queda claro, cuando finalizamos el recorrido, que el deseo en el s.XXI es el reconocimiento de los otros; estamos obligados a resultar sexies y parecer felices. Las arquitectura de las redes sociales impone una imagen irreal de nuestra vida privada.
Ximo Rochera