la literatura después de la matanza: entrevista Canibaal a CARLOS RÍOS
Entrevista de Jesús García Cívico al escritor argentino Carlos Ríos (Santa Teresita, Buenos Aires, 1967) a propósito de la edición en España, de la mano de editorial Contrabando, de Manigua y El artista sanitario.
Entrevista exclusiva para la página web de la Revista de Arte, Literatura y Filosofía (del colmillo) Canibaal.
Jesús García Cívico (JGC): Carlos, me ha gustado mucho Manigua (Ediciones Contrabando, 2016) la impresión muy personal que tengo de ella es que, a pesar de toda su oscuridad y ambiguo exotismo, trata justamente del tema por excelencia de la literatura de todos los tiempos: la naturaleza humana. Una naturaleza universal, la humana, en estado bruto, por así decir, marcada por el profundo significado de los ritos, entre los que se encuentran el nacimiento y la muerte, la pérdida, los procesos de inclusión y de exclusión. ¿Voy muy desencaminado sobre el objeto de tu último libro?
CARLOS RÍOS: No, para nada; está muy bien ese recorrido. Esa universalidad, pienso ahora, pues en el momento de escribir nada es tan panorámico como al momento de hablar sobre lo que se lee, surge como evidencia en los dislocamientos de los espacios narrativos y de los registros de la lengua que atraviesan mis novelas. En contrapunto con las grandes matrices narrativas, doy una especial relevancia al peso del detalle, también a lo que queda como resto, como noticia lejana de algo que en un momento fue un acontecimiento central y determinante. Manigua es un libro combustible; arde en sus pliegues de espacio y tiempo una condición –un clan, al borde de la extinción, lucha por extender su semilla– puesta a prueba, en un estado límite. Allí las guerras y las voces se multiplican y condensan, extravían sentidos al fundir y diseminar sus emisiones. Dicho esto, me es difícil pensar en el objeto de un libro. Quiero decir: en lo que escribo no hay objeto previo. Tal objeto es una construcción posterior. Hay todavía, y por suerte, un gran misterio.
Jesús García Cívico (JGC): El artista sanitario es una pieza muy delicada y ejerce una fascinación hipnótica en el lector que perdura mucho tiempo después de su lectura. ¡Parece una instalación artística! ¿Cómo fue su concepción y el proceso de su escritura? ¿Qué es una «olaya»?
CARLOS RÍOS: Es cierto, cada escena de la novela podría leerse como una parte de una sucesión performática, aunque este término resulte extemporáneo al universo que pareciera configurarse, por algunas pistas, en los inicios del siglo XX, datación esquiva porque también podría pensarse en los albores de este siglo. La escritura es remanencia de ese desfase temporal. Cuando empecé a trazar las primeras líneas argumentales y sensibles del libro –sin saber muy bien a dónde me dirigía con esa insinuación biográfica de un pintor abrumándose entre fiordos– vivía en México, donde ciertas manifestaciones artísticas populares están a la mano, muy visibles. Tengo el recuerdo de haber visitado un museo en Cuetzalan y ver objetos de la vida doméstica que estaban al mismo tiempo en el mercado, en el zócalo de la ciudad. En parte, la novela es una suerte de biografía construida desde los efectos que distintas acciones tienen sobre el protagonista. Escribí cada pasaje sumergido, también, en esa “fascinación hipnótica” de la que hablás. Respecto a los “olayas”, ese grupo subhumano –lesión social, segregación, improbable alteración genética– sometido por una sociedad que oculta su antropofagia, puedo decir que surge como una anomalía entendida como frágil distorsión de lo que somos. Es el espejo que convoca lo que no queremos observar en nosotros mismos, nuestro reverso más terrible y traumático.
Jesús García Cívico (JGC): Dices que no escribes para vender… y se nota. Hacía tiempo que no me encontraba con un libro con menos concesiones con el lector, pero también más ajeno a las modas literarias y tendencias editoriales. Es por ello que nos hemos sentido interesados por el carácter y la personalidad del autor de Manigua. ¿Cómo te describes en ese sentido?
CARLOS RÍOS: Todas las fichas están puestas en el pleno del lenguaje. Escribo, como suele decirse, para escribir. Otros venden. Escribo para continuar escribiendo. Cada libro permite que la escritura no se detenga. Que la escritura se consagre a la escritura. Queda, más allá del resultado y de todo lo que rodea la composición de un relato, la materialización de una práctica: mientras nos preguntamos –no sin incertidumbre– acerca de eso que llamamos de manera convencional “realidad” y sus construcciones apenas presentidas, la escritura permanece como un hecho inalterable: hay escritura porque hay uno que escribe, al modo del grafógrafo de Salvador Elizondo. Cuando en un libro se entiende todo –“tiene una gran comunicabilidad”, como escuché decir en una reunión de trabajo en una editorial transnacional– oficia una clausura; la literatura es una presencia que viene a decirnos que ningún sentido está sellado definitivamente y que “entenderlo todo” es poco menos que una ilusión (obviedad si las hay, pero vale la pena hacer memoria). Escribir supone, en mi caso, radicalizar cualquier procedimiento.
Jesús García Cívico (JGC): Queríamos que te posicionaras sobre el doble leit motiv del número de Canibaal que estamos ya preparando: Arquitectura y terror ¿qué relaciones entrevés entre esos dos temas aparentemente inconexos?
CARLOS RÍOS: Cualquier arquitectura hecha para atrapar engendra terror.En mis libros, la arquitectura es una presencia constante, a veces es sinónimo de ruina –como en Manigua o Cuaderno de Pripyat– pero también protagoniza el impacto de un sujeto ante el espacio que se abre, con propósitos inmobiliarios, artísticos, estéticos o de dominación. Estos trasuntos del habitar son visibles en los poemas de La recepción de una forma, libro que escribí en México hace unos años. Hay, por otra parte, arquitectura vista como un ensamble precario: la acción de hacerse una choza con lo que se tenga a mano –de allí el pulso etnográfico– y a la vez en la acción de habitar una escritura, aquella famosa “casita del poema” de la que hablaba Leónidas Lamborghini. Choza de palabras en medio de una catástrofe. Cualquier libro que esté escribiendo negocia en la intemperie una construcción, un habitus que nunca llega a estandarizarse. El terror, si aparece, es la contracara de estos emplazamientos, cualquier tentativa de destrucción que nunca se sabe bien de dónde viene.
Jesús García Cívico (JGC): Carlos, Canibaal es una publicación de arte y literatura, pero también dedicamos atención al pensamiento, una suerte de filosofía crítica, queremos pensar que comprometida socialmente. El próximo número estará dedicado a la dupla temática «Arquitectura y terror». De acuerdo con el formato de nuestras entrevistas-Canibaal, solemos pedir al autor, una nómina, un breve listado, una relación no exhaustiva. ¿Cuáles son las diez cosas que más te aterran de nuestro extraño mundo?
CARLOS RÍOS: Sin establecer un orden jerárquico, podría decir que me aterran la palidez del desencuentro, una pintura vacía, las guerras, el encierro transfigurado en clausura, las tecnologías hechas para dañar cualquier especie, las matanzas, los edificios abandonados, los libros cuando empujan al abismo, el deterioro planetario y las cárceles del dogma.