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CON DOS TACONES CONTRA LA JERARQUÍA DE PODER

Entrevista a Badhon Azmeri Haqui por Adriana Chávez García-Rendón.

Fotograma de Rehana, Abdullah Mohammad Saad, 2021

Badhon Azmeri Haqui ha luchado durante dos años por la guarda y custodia de su hija, la ha obtenido contra todo pronóstico, ha debutado como actriz, y se ha vuelto a su natal Bengala con el premio a la mejor intérprete femenina, en la trigésima séptima edición del Festival Valenciano Cinema Jove, interpretando a “REHANA”, que da nombre al film dirigido por Abdullah Mohammad Saad, y que narra la angustia  -bien conocida por Badhon- de una mujer que intenta en vano denunciar la corrupción, los abusos de poder y el acoso sexual.

Es una mujer con dos tacones, no cabe duda, como dice el nombre de un vino parodiando la frase. Badhon entra y se hace el silencio, primero porque apenas son las cinco y cuarto de la tarde, y arriba de los tacones hay un par de piernas que terminan allá, en lo alto, en un vestido muy corto de lentejuelas, entallado y sin mangas, y después porque no solamente no cubre su cabello, sino que lo lleva recogido enmarcando un maquillaje digno de la actriz que es, y que -para los que no lo sepan- en unos minutos estará presentando “REHANA” en el Festival Cinema Jove. ¿Jove, “jove”? Sí: ella no tiene más de treinta y cinco años, es dentista y se ha ganado a pulso la guarda y custodia de su hija en un país en el que ese privilegio les está vetado a las mujeres. Al obtenerlo, nunca más tendrá que pedirle permiso a su ex marido para tomar ninguna decisión que concierna a la niña, que seguramente dará tanto que hablar o más que su madre, pues la está educando con su ejemplo de madre-persona-que existe. Así que se da el lujo de pasearse por el centro de Valencia como una diva, encarando el temporal con la frente bien alta y sus ojos de pantera, por si algún retrasado en noticias se atreve a lanzarle sus prejuicios.

Su lucha comenzó hace cuatro años, los mismos que ella cuenta como “su vida”, tomando en consideración que hasta entonces lo que tuvo fue una existencia de naufragio, bajo el timón de su padre, de sus hermanos y de su marido. Así que decidió divorciarse de todo lo que la sujetaba. 

Se puso a trabajar como posesa, arregló cuanta muela tenía al alcance, y durante un par de años tuvo que comprobar con sus ingresos que podría darle a su hija educación, casa y sustento con la misma o mayor calidad que los que le proveería su ex marido, además igualmente de demostrar que había sido ella quien se había encargado en todo momento de todo lo relacionado con los cuidados maternos.

Ahora, en la India la espera un personaje cinematográfico aún más controvertido, que pocas mujeres hubieran aceptado de no ser porque ella se ha ganado la reputación de defensora de los derechos de su género. Valiente y atrevida, hará el papel de una inspectora homosexual en una trama de intriga política. Y si esto no nos suena innovador en absoluto, debemos recordar que en su país aún existe la unión entre religión y estado. Yo la observo arrojarse ingenuamente al foso de los leones, porque nunca estuvo en el Coliseo y en cambio se cree que Europa es tan liberal como en las películas. Le pregunto si ha vivido en “Occidente” y la respuesta me hace temer más aún: estuvo durante una temporada en Holanda cuando tenía alrededor de cuatro años, porque su padre estaba estudiando, pero en cuanto terminó se regresaron y nunca más volvió, salvo al festival de Cannes durante el año pasado. Cannes y Pandemia: dos ingredientes que me aseguran que su visión de la libertad europea es una fantasía. La veo lanzarse a la calle Ruzafa con esa confianza de estar en el primer mundo y me preocupo por: temo que le suelten improperios por su aspecto. De momento nadie, más que yo, sabe que es una mujer que se gana la vida con su consulta dental y como actriz, y que si lleva lentejuelas a las cinco de la tarde no es porque esté desesperada por ligar: es porque cree que aquí existe la libertad para las mujeres, y yo no tengo el cuerpo para soltarle la crueldad de que no es cierto. Ya lo descubrirá por sí misma, que es como todos superamos el trauma de los reyes magos. Ay con la libertad…

Y es que el conceptito de marras nos ha dado mucho la lata. Lo que es libertad para unas, es libertinaje para otros, o lo que hiere y traspasa ciertos códigos morales, es también libre palabra: y en esa discusión montamos el pollo. Gritos y sombrerazos como en un palenque mexicano*.

En la película (ganadora igualmente del premio a mejor largometraje), la libertad de “Rehana” se ve cercenada por el abuso de su colega con una de sus alumnas. El muy retrasadito cree que es normal intercambiar favores académicos por tocamientos, o al menos no lo entiende como un delito, como lo es matar a una persona. Eso sí que es infringir la ley y no sobarle las carnes, en un filme donde la impotencia se ceba con Rehana haciéndola vomitar. 

Al preguntarle por el significado de infringirse daño en un plano -un daño, debo decir, más psicológico que físico-, me dijo que se golpeaba con cierta fuerza la cara al lavársela porque estaba harta, se sentía impotente y enfadada contra una situación que la superaba, tomando de su propia vida los sentimientos para interpretar al personaje en ese momento. 

Hay otras escenas en las que, sin embargo, es ella quien ejerce el poder y lo hace de una manera despótica. Entre esas muestras de autoritarismo y las otras de total sumisión, se me ocurre que hay un choque de poderes: uno que proviene de su propia jerarquía cultural, y otro, importado recientemente, que supone una colonización del sistema occidental económico, mediante el cual los hombres deben asumir roles cada vez más agresivos. 

“El sistema económico ciertamente obliga a los hombres a ser más crueles, menos humanos” y cuando le pregunta si no tiene miedo a represalias más allá de verbales, me confiesa que no quiere que su hija vea que ella tiene miedo. Porque no lo tiene. Badhon ha asumido que la gente la escucha y que su tarea es hacer avanzar la rueda de la evolución hasta alcanzar una igualdad entre sexos.

Badhon Azmeri Haqui junto a Adriana Chávez García-Redón

“Nadie habla, todas tienen miedo, se quejan pero hemos sido educadas para acatar con sumisión una vida que no nos gusta, incompleta y subyugada. Dicen que soy una “influencer” porque escribo lo que pienso y lo que quiero, y porque todas esas personas que apoyan mis reflexiones son cada vez más. Yo lucho y lo estoy consiguiendo, que cada vez haya más mujeres en el mundo de la producción cinematográfica: más actrices cada vez aparecen en una escena que estaba dominada por personajes, técnicos y personal artístico masculinos.   

Badhon es seguida en su país tanto por sus admiradoras como por sus detractores, así en masculino, porque su Instagram echa chispas con los rayos y centellas que le profieren quienes (también mujeres) la acusan de ser un malísimo ejemplo para su género. “Me dicen que estoy echando a perder a las chicas” me cuenta al describir los mensajes de odio que recibe diariamente al publicar sus reflexiones, que se resumen en “simplemente hablar de los derechos que creo que me corresponden como ser humano”

Y es que en Bengala, a pesar de que la primera ministra ocupa el cargo desde dos mil once, ha tenido que seguir cumpliendo con sus tareas domésticas y maternas sin contemplación: “ya puedes ir a la luna o ser una científica de tiempo completo, que al volver a casa tendrás que ocuparte de todo lo que ello conlleva: los niños, las compras, la alimentación, la limpieza, los cuidados médicos, la educación y la coordinación del rendimiento académico, porque no te perdonan ni una, si fallas”.  

Así las cosas miro el reloj y corto la entrevista dejándome dos preguntas sin finalizar, pero prefiero que salga a disfrutar de su tarde, de su presentación y de su libertad en nuestras calles, que así y todo, son muchísimo más tolerantes que en ciertos confines del mundo.

*Peleas de gallos en una plaza cerrada y circular con gradas para el público, donde a menudo hay peleas también entre la concurrencia

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