Descripción
Y el hambre es el patrimonio del emigrante:
Hambre, desolada y escuálida –
Por la patria,
Por pan y por mujeres, ambos queridos.
América, tú reúnes a los hambrientos
Y les das nuevas hambres a cambio de las viejas.
Emanuel Carnevali, Molestando a América, «El retorno»
Frontera a la legua
En el siglo de oro español, los «cómicos de la legua», llamados así por tener que acampar a la distancia de una legua de las ciudades o poblaciones, eran considerados poco menos que unos delincuentes o furtivos que andaban de un lugar a otro librándose de la justicia y viviendo desordenadamente. En la periferia suburbial de nuestras ciudades, a la distancia de una legua, se encuentra lo marginal, lo inservible, lo molesto: edificios derruidos y abandonados, grafiteados y ocupados muestran sus esqueletos raquíticos, símbolo del fracaso urbanístico y del derroche, marcando una frontera impúdica.
En 1982, la Convención de Naciones Unidas estableció que a doce millas de la costa, apenas cuatro leguas, se encuentran las aguas internacionales. Allí se hallan los límites de la hipocresía, las fronteras de lo obsceno. Barcos con migrantes que solo dejarán acercarse a la costa, quizá a una legua, para hacer desembarcos selectivos –aquellos que ayuden a limpiar nuestra moral– de niños y mujeres embarazadas.
Después de todo, tampoco hemos cambiado tanto.
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