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Toda creación humana es un intento por contrarrestar la incertidumbre

Entrevista a Marcelo Nicolás Carrasco. Por Aldo Alcota 

[Marcelo Nicolás Carrasco (Chile, 1999) ha publicado por Queltehue Ediciones su libro Trópico de Libra, una constelación del lenguaje que alumbra el cielo nocturno de la nueva poesía chilena. En 2015 apareció por Ediciones Piélago su primer libro: Catalepsia. En 2017, organizó junto a Carmen Berenguer el Ciclo de Lecturas 2020, donde participaron Marcia Mogro, Eduardo Espina, Carlos Cociña, Soledad Fariña, Jesús Sepúlveda, Roxana Miranda Rupailaf, entre muchos otros poetas. En ese mismo año, su obra fue antologada en Pánico y locura en Santiago, por Santiago-Ander Editorial. “Una escritura que se abandona a su suerte, a su pérdida, a su maravilla” define el poeta Nicolás López-Pérez a “Trópico de Libra”, donde sus rayos lingüísticos habitan en la armonía de la extrañeza]. 

-En Un soplo de vida, Clarice Lispector escribe: “Me da miedo escribir. Es tan peligroso. El que lo intentó lo sabe. Peligro de revolver en lo que está oculto –y el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar”. ¿Has sentido miedo al escribir? ¿padecer desasosiego sabiendo que puedes llegar a terrenos insospechados del espíritu o encontrar una luz del ser que pueda enceguecerte? O a ese temor de la página en blanco, de no saber qué trayectos abordará la escritura.   

Miedo no, pero sí una ansiedad exacerbada y una curiosidad por saber hasta dónde se puede llegar y cómo va a terminar eso que emprendo. Porque, como dice Lispector en lo que me leíste, no estás trabajando en la superficie, estás en las profundidades. Esto se corresponde con lo que experimento al leer. Para mí, leer y escribir son indesligables. No son actos sacrosantos, pero sí distintos a los otros actos cotidianos. Son de una entrega total. La entrega del que está completamente solo y para más remate lo sabe. La conciencia de la soledad radical del individuo humano. En ese sentido, el acto sexual y el viaje también estarían emparentados con el escribir. Acerca de la página en blanco, creo que la mente en blanco es el problema, la ausencia de algo previo, de una imagen, por ejemplo. Una indisposición o bloqueo mental, por decirlo de alguna forma. Con esto estoy diciendo que -para mí- escribir es traducir, trasladar algo que ya está más o menos construido a nivel mental. Y ahí puede haber problemas para concretar en la página, se nos puede caer la conexión.

– En tu libro está la cita al silencio, a John Cage y su obra 4’33’’ (el compositor David Tudor se sienta frente a un piano para luego cerrar su tapa, sin tocar una nota, y repite esta acción tres veces durante cuatro minutos y treinta y tres segundos, ante la mirada atónita del público en 1952). Percibo tu hermandad con Cage, con su vanguardia que inhala dadaísmo y zen, un misticismo que flota en lo imposible. ¿Puede el silencio enfrentar las preguntas del ser y las que siempre han preocupado a la humanidad? ¿Puede el silencio dar respuestas? “El silencio es el recogimiento del Ser en el retorno a su verdad” señalaba Heidegger. “Pero el silencio sí podría decirnos quiénes somos” resuena en tu poema Shhh. ¿El silencio puede producir cambios favorables en la gente? ¿Es una forma de rebelión frente al monstruoso ruido (aunque ahora el mundo pareciera estar totalmente detenido) y los sofismos que colman esta acelerada sociedad?   

Comparto lo que has dicho de Cage. Me interesa su completa radicalidad, no reconoció fronteras o límites de ningún tipo en su trabajo. Lo mismo Osmar Maderna, a quien convoqué a través de una partitura que abre el libro. Y sí, creo que en espacios y tiempos de silencio han surgido esas grandes preguntas. En ese silencio que sucede y antecede a todo lo demás. Y se les ha hecho frente en silencio también. No sé si dé lugar a respuestas. A mí, en términos poéticos, me interesa fundamentalmente la pregunta y ese trecho sin nombre entre la pregunta y la respuesta, esa reflexión y la tentativa de respuesta. La imaginación en total despliegue. Pienso que sí es saludable y puede tomárselo como una rebelión en muchos sentidos. Por un lado, permite la introspección inquisitiva. Por otro, disuelve toda identidad. Y sabemos que la identidad es el principal mecanismo de control. Sun Tzu dice: “Sé completamente misterioso y confidencial, hasta el punto de ser silencioso”

Versos como “Estas cosas no son estas cosas” (X), “Las palabras nunca dicen lo que dicen” (Nunc) o “Los teléfonos no saben lo que es una llamada telefónica” (007) provienen de una paradoja lúdica que me rememora a esa herencia de Oulipo con autores como Duchamp, Queneau o Perec, con una escritura bellamente sorprendente y una libertad de abordar el hacer poético con la delicia de la legitimación de la rareza. Son como esos cuadros de Magritte que tambalean las columnas de toda lógica, tal como se refiere Foucault: “Y, sin embargo, en este espacio quebrado y a la deriva se anudan extrañas relaciones, se producen intrusiones, bruscas invasiones destructivas, caídas de imágenes en medio de las palabras, relámpagos verbales que surcan los dibujos y los hacen saltar en pedazos”. Estas alusiones podrían familiarizarse perfectamente con la travesía de Trópico de Libra. ¿Son tus versos una manera de provocación, donde aduces a interferencias en el lenguaje y a su retórica común, con la posibilidad de arrojarnos a otras formas de pensar, estimuladas además por el juego, lo visual, lo inconcebible? Incluso, invitas a tus lectores a intervenir tu texto y que puedan dibujar una estrella fugaz y apuntar un deseo (pág. 34).   

Me gusta la idea de que un libro esté aún por completar. Tienen que hacer el dibujo, escribir un deseo y, además, llenar el puzle que está al final. No debería haber ningún ejemplar igual a otro. Me interesa la provocación en tanto desafío intelectual, no de otra manera. El juego y lo visual cumplen ese rol incitante, como bien dices. De este modo, es un aparato creativo en el que puedes intervenir. El uso de materiales de distinta procedencia y la diversidad de formas no es deliberado. Es para dar cuenta de que la poesía está por sobre la literatura y las delimitaciones formales. La poesía es anterior a todo eso y lo trasciende. Recomiendo leer la “Diatriba” de Diane di Prima, una de las poetas que más admiro. Ella dice ahí que “la única guerra que importa es la guerra contra la imaginación y todas las demás se subsumen a ella”. Se le ha restado importancia a la imaginación, se la ve como una cuestión infantil y realmente es crucial, es el meollo de este asunto.

Ráfagas de humor cruzan las páginas de Trópico de Libra. Inventas nuevas formas de ver el mundo a través de la imaginación. Me ciño al poema “¿?” y cuando declaras que ESTO NO ES UN ARTE POÉTICA, como si fuera una bella broma hacia los lectores para luego finalizar el libro con un crucigrama y sus desafíos al conocimiento, donde está la imagen del mago, un hechicero Merlín que también puede ser un sabio interestelar. Y volvamos a tus paradojas lúdicas: “Lo que nos une / es la línea divisoria”. ¿Es Trópico de Libra un reto del humor y lo fabuloso e inducir a jugar a quien lea, despertarlo y derrotar todo tipo de indolencia (causar un renacimiento del pensamiento y la sensibilidad gracias a la lectura)? Como si fuera una apuesta hacia la vida: “Despertar es una chance de estar vivo”. ¿Consigue la poesía despertarnos a tiempo de las pesadillas de esta realidad?       

Sí, por supuesto. Y el humor es algo muy importante para la vida en general. Es inconcebible que no haya humor o que se le cercene o constriña. El humor también es provocador en los términos que señalamos anteriormente, se salta lo establecido y, en consecuencia, libera. Nos ayuda a asumir nuestra contradicción intrínseca y vivir en esa contradicción sin conflicto, como planteaba Parra. Por otro lado, te obliga a tomar partido y no puedes permanecer indiferente, tienes que participar. Sí, consigue despertarnos. Basta ver el rol que ha cumplido el humor como portavoz de la conciencia social, no solo ahora, sino históricamente. Genera un efecto colectivo importantísimo. A través del humor se dijeron grandes verdades que todos callaban, se denunciaron cosas y también hizo vaticinios. Mucha gente ha sostenido sus vidas en momentos muy difíciles gracias al humor, incluso hay sobrevivientes de campos de concentración que lo han atestiguado. Si cambiáramos todas la veces que he dicho “humor” en esta respuesta y ponemos “poesía”, funcionaría también. El humor siempre ha estado íntimamente ligado a la poesía.

-¿Qué han significado para ti la astronomía, las matemáticas o la música en tu horizonte poético, en tu escritura? 

La música para mí es fundamental y se constata en Trópico de Libra. No me opondría si alguien dice que es el más alto logro humano. Lo que la industria y la sociedad de masas han hecho y hacen con la música me parece una aberración, un atentado contra el potencial de esas mismas personas, que tal vez sean capaces de llegar a estadios más altos. Entre la música, la astronomía, las matemáticas y la poesía no hago distinción, las veo como un todo. Siempre me han resultado difíciles, pero no las rehúyo. Al contrario, recurro a ellas, saco muescas que me sirven, me dan una mano. Son cada una un lenguaje que no es incompatible con el poético, pues poseen un génesis común. Esto es patente en los sabios de la Antigüedad y el Renacimiento, generaciones completas de tipos extraordinarios que eran artistas, filósofos, astrónomos y matemáticos a la vez. Los más grandes artistas han accedido a un plano superior y construido sus obras relacionados estrechamente con la poesía, la espiritualidad, las ciencias y las matemáticas. En Chile, desde hace muchos años, se habla de lo humanista por un lado y de lo científico por otro. Eso dice muchas cosas, es una señal muy clara. Y una barbaridad, a todas luces.

Podemos llegar con la lectura de tu libro a ecuaciones del vacío, el silencio, la oscuridad… “La ecuación es un dialecto dentro del idioma”. ¿Cómo te han imbuido estos dialectos, estas incógnitas al momento de elaborar tu campo u operación escritural como ejercicio e ideario poético-matemático? ¿Puede la poesía solucionar estas ecuaciones que tanto inquietan y encontrar los entresijos de ese vacío, silencio y oscuridad? 

La poesía puede hacer eso porque partió de ella esa ecuación. Para mí, esa fascinación, esa inquietud inicial del científico o el matemático que después de una vida de trabajo termina en un descubrimiento es la misma del artista y el poeta. Comenzó en el mismo punto inicial y terminará en el mismo punto final. Es posible establecer un paralelo entre los grandes poetas y los grandes de las ciencias y de las matemáticas. Todos ellos trabajan en abstracto con lo impalpable y lo invisible. Y cuando tratan lo palpable y lo visible siempre es vislumbrando más allá, entrando por otras vías y consiguiendo acceder a su trasfondo. Han construido todo un lenguaje, un código apto para que todo ello se sostenga. Ambos son prisioneros del lenguaje, van levantando su propia cárcel. Por otro lado, también sus tareas poseen una dimensión empírica, experiencial, experimental, que -al mismo tiempo- acontece en el lenguaje. El científico amplía el conocimiento a través de sus avances, el espectro de lo conocido se amplía y, por ende, eso también ocurre en el lenguaje. Más tarde, los sucesores van tomando la posta y empiezan a trabajar desde el punto máximo al que llegó el anterior y la expansión continúa. Con los poetas pasa lo mismo, la tradición y las principales concepciones poéticas de una determinada comunidad se ha constituido de una manera parecida, pasando por similares ciclos y operaciones. Finalmente, la tendencia entre la minoría selecta de grandes maestros en la ciencia y las artes ha sido la evolución del individuo junto con la de su trabajo, no solo llegando a convertirse en eruditos, sino también en sabios. Todo esto lo digo como lector y admirador. Es la epidermis del asunto, he hablado muy por encima. Es mucho más profundo el tema de esta relación.

-Al leer tu poema Canción de viento y pellejo de tu primer libro, Catalepsia, veo presagios de esta actualidad en lo que se refiere al confinamiento en casa, el obedecer la norma impuesta de no salir, los límites que impiden acercarse y socializar con el otro, ver en el otro un peligro, los cuerpos bajo vigilancia, la distopía: “Tras el frenético grito / que nos advierte la tormenta, / procedemos a acatar, / sin miramientos. O “La soledad nos condena al espejismo / cuando en realidad no hay nada / cuando no somos nada”. ¿Crees que una de las misiones de la poesía y del arte en general, es adelantarse a las circunstancias que vendrán, como un augurio? 

No. No creo en misiones de la poesía o el arte. Ninguna misión. Sin embargo, es un hecho que -efectivamente- el arte se ha adelantado unos segundos y ha augurado muchas cosas que después han sucedido. Un comportamiento, no una misión cumplida. Eso solo suscita más interés por el fenómeno, que permanece en calidad de misterio. Es algo que escapa al entendimiento.

Nicolás López-Pérez se ha referido a Trópico de Libra como “Una hermosa entropía hecha libro” y anteriormente recalca “La poesía como heurística” (Texto La sugerencia de un pensamiento sutil publicado en la web Cine y Literatura). Tu libro es una puerta hacia la transformación; el desorden de todo deja paso a la invención, con encuentros de estrellas, astronautas, animales, silencios, la luz de la oscuridad, lo fósil, los objetos cotidianos, los ovnis, la noche… Después todo lo organizas en un sistema poético. ¿Es importante que la poesía pase de la entropía a la heurística o que viva esas dos etapas al unísono para encontrar su rumbo y sus preguntas? 

 Primero lo entrópico, después lo heurístico. Creo en la escritura poética como una especie de ciencia del descubrimiento, que vendría siendo lo heurístico. Y, por lo tanto, la poesía como un vector hacia afuera, como una fuerza centrífuga. Sin embargo, para que aquello pueda ocurrir se necesita un equilibrio anterior, que exista un sistema cerrado bien constituido, que le llegue toda la luz y los nutrientes que tengan que llegarle, que se ordene, que clarifique todo lo que tenga que clarificar, que conozca lo esencial de sí mismo y de ahí recién abra la membrana para que el vector salga. Ahí estaría lo entrópico. Debe salir, necesita salir, pero adentro tiene que estar todo en orden y eso es lo primero. En palabras más simples, partamos por casa. Cerremos por dentro, ordenemos la casa y después salimos de viaje todas las veces que queramos. Tiene que haber un equilibrio.

¿El poema que se escribe ya estuvo desde siempre, esperando a ser hallado y revelado? Es como esa idea expuesta por Guadalupe Santa Cruz: “El escrito ya está allí, en el afuera de nosotros mismos que somos”.  

Puede ser. En términos platónicos, podemos concebir al poema como un pedazo del mundo de las ideas al que tenemos acceso y lo bajamos. Un poema que ya está listo y que nos encuentra o lo encontramos. Algo desconocido nos da la pasada, nos permite acceder a eso y entonces es posible escribirlo. Me gusta esa concepción. Insisto en el carácter misterioso del hecho artístico en general y en que todos los intentos por explicarlo más lo acrecientan. Pero me gusta lo que dice Guadalupe Santa Cruz ¿qué más dice? ¿cómo continúa desarrollando eso? De la frase “En el afuera que somos nosotros mismos” podríamos hacer toda una tesis completa. No sería 100% afuera el afuera. ¡Es un tratado ontológico en 7 palabras!

Tu poesía se aproxima a una fuente irradiante de libertad y se convierte en una idea para alumbrar la conciencia: “La poesía es en esencia una sustancia excepcional”. Además, te convoca el juego tal como señala Carmen Berenguer en la contraportada de Trópico de Libra (“En su esencia, se plantea desde el ludus”). A esto se añade una elegancia del verbo lleno de onirismo: “Las noches se miden en estrellas / a pesar de que estén llenas de fantasmas”. ¿Piensas que, si las sociedades dedicaran más tiempo a mirar las estrellas, el cielo, como lo hacían las antiguas civilizaciones (griegos, precolombinos…) y si se dejaran llevar por el juego y la poesía, todo sería distinto, una sociedad más amable, más humanitaria, más libre?

Sin duda que sí. «El final lo dirán las estrellas» escribió César Calvo, así que con mayor razón hay que observarlas. Tener en cuenta lo frágiles y pequeños que somos ante ellas. La sociedad de consumo nos ha convertido en sujetos cabizbajos. Creo que hay que volver a levantar la vista y mirar el cielo, reconciliarse con él. 

– ¿Qué importancia le das a los sueños, al inconsciente o a dimensiones que existen, pero no las vemos? Se me vienen a la memoria los cuadros de Roberto Matta con seres de planos paralelos, invisibles, con destellos de luces cósmicas, constelaciones vibrando muy semejante a varios de tus versos. O esas visiones que tienen los chamanes. Advierto en tu escritura ese zumo asombroso.

Tienen un lugar primordial para mí. Todo aquello rige nuestra vida consciente y para qué decir el hecho artístico. Armando Uribe trató el tema en “El fantasma de la sinrazón”, un ensayo fundamental.  Lo invisible determina lo visible, solo mira este famoso virus. En relación con los extraterrestres y demás fenómenos que mencionas, me interesan en tanto ruptura de la realidad, de la uniformidad de la realidad y la hegemonía de la razón en Occidente. Trastocan esta estabilidad de la realidad desde sus cimientos. O sea, si un tipo -en el seno de la sociedad actual y el sistema que nos rige- asegura que un platillo volador se paró sobre su casa, lo desbarata todo, pone en jaque muchas cosas.

Hay presencia animal en tu obra, un escenario galáctico con cohetes y a la vez un entorno apocalíptico: “Todo el mundo ya está muerto / no queda ningún dios”. Ahora con la situación del encierro humano por la pandemia, los animales silvestres han aparecido en las urbes solitarias y se han tomado las calles. ¿Qué piensas de esta nueva realidad casi de novela o film de ciencia-ficción? En una entrevista aparecida en la prensa, el filósofo y escritor español Santiago Alba Rico planteaba, con respecto a la cuarentena, que “esta sensación de irrealidad se debe a que por primera vez nos está ocurriendo algo real”. ¿Qué hace la poesía ante este estado de incertidumbre?

 Concuerdo con eso. Lo anormal es este sistema demencial, que ha interrumpido ese estado primigenio y ha perpetrado una degradación de los ecosistemas que no tiene precedentes. Degradación a la par con la del individuo humano y, por ende, la civilización y el planeta en su conjunto. El virus no es el ser humano, como ponen en los memes, sino la ideología capitalista y neoliberal aplicada globalmente. Las ciudades han sido siempre los polos de la enfermedad y si este habitar ha condicionado el comportamiento de las grandes pandemias a lo largo de la historia, con mayor razón ahora. También está el asunto de la ciber realidad: un buen porcentaje de la vida de mi generación ocurre en internet. Una distorsión total de la visión de mundo y el alcance de las acciones. La confrontación con el afuera de internet es un golpe durísimo. No me atrevo a aventurar más acerca de la contingencia, pues tratar de desentrañar hechos en curso implica desligarse y tomar distancia. Me provoca conflicto todo esto de Zizek, Byung Chul Hal o Judith Butler opinando a diario. Puede -a mi parecer- ser tomado de dos maneras: un acto loable de reflexionar en la emergencia o una pedantería e indolencia total de teorizar en tiempo real acerca de una tragedia. Sobre qué hace la poesía, supongo que existir, que es lo único que la poesía puede hacer. Considero que toda la creación humana es un intento por alejarnos lo más posible de esa selva en la que surgió la especie y contrarrestar la incertidumbre, que es la gran rectora. Tratar de construir algo de dónde agarrarnos. Un fracaso de antemano, por lo demás. 

-En Volverán hay un eje sobrecogedor, una perdida, una cisura. “Diles que me perdí en el parque mamá. Que no regreso”. ¿Sientes que la poesía es una experiencia de pérdida constante, de todo lo que fue y lo que no fue? ¿Qué cosas o personas te gustarían que volvieran?   

Creo que la vida misma es esa experiencia de pérdida constante. Lo es incluso desde los puntos de vista biológico y fisiológico. En este momento no me gustaría que volviera algo del pasado. Desear que algo vuelva es exclusivamente para cesar el dolor de la pérdida, llenar ese vacío, no tener que seguir lidiando con eso. Nuevamente el tema de la conciencia de la soledad radical. A mis muertos, por ejemplo, no los quiero de vuelta. Porque ellos son lo que vivimos juntos, lo que hay de ellos en nosotros. Y eso no se ha ido, así que no puede volver, porque no se ha ido. Se irán con nuestras muertes o cuando perdamos la memoria, y en ninguno de los dos casos nos daremos cuenta. Ann Druyan, científica, dijo en una entrevista posterior a la muerte de su esposo (Carl Sagan) que no creía en que alguna vez se volverían a ver, que lo grandioso había sido encontrarse y compartir sus vidas aquí. Es emocionante todo lo que dijo en esa entrevista, yo la recomiendo. Retomando, agregaría que -incluso- en vez de que volviera algo, me gustaría que desaparecieran definitivamente muchas cosas, perder toda ligazón con ellas. Creo en los cambios, en que las personas podemos y debemos cambiar. No les temo a los cambios, son motores vitales. Todo esto lo dice mil veces mejor y en menos palabras Homero Expósito en su tango «Chau, no va más», una belleza.

No podía dejar de preguntarte sobre Stella Díaz Varín, quien aparece evocada en tu libro. La escucho con su ronca voz pronunciando “Tampoco se puede definir la poesía”. ¿Qué significa para ti Stella y su legado a las nuevas generaciones de poetas? ¿Es difícil darle una definición a la poesía, tal como ella expresa? Stella escribe “Encontrar la palabra escondida”. ¿Cuál sería tu palabra escondida o aquella que refleje lo secreto y lo mágico? Sigue Stella: “Sin dar con la palabra / Se termina la búsqueda y el tiempo” y luego incorporo tus versos: “Aparece la poesía / cuando todas las palabras son insuficientes / cuando todas las palabras ya no sirven para más”. ¿La poesía es la frenética búsqueda de lo indescifrable, más allá de todo lo conocido?    

Stella es para mí -en primer lugar- un recuerdo muy temprano, un pasaje de la primera infancia. Mis abuelos la conocieron de joven y tuvieron su amistad durante muchos años. Sigue ocupando un lugar muy importante en la memoria de mi familia. Es la primera noción que tuve de un poeta real y vivo, de carne y hueso. Me di cuenta de que un poeta no era algo del pasado y fue impactante. La gente suele hablar de la poesía y los poetas como un suceso histórico, como algo que ya pasó y ahora no existe. Pasando al siguiente punto, cité su reflexión acerca de la imposibilidad de definir la poesía porque encierra una paradoja de esas que, como te diste cuenta, me gustan tanto: ella asegura que si pensara en qué es la poesía no escribiría más. Pero, resulta que al decir eso está precisamente pensando en qué es la poesía y definiéndola. Calificarla de «indefinible» es, de todas maneras, definirla. Eso me interesa. Y, como tú bien señalabas antes, es lo que hice en «Esto no es un arte poética»: dar varias definiciones muy distintas de las que se extrae la misma conclusión: es indefinible, al menos en un lenguaje distinto al poético. Habría tantas definiciones como personas en el mundo, no una sola. Respecto a la «palabra escondida», creo que el tema es el mismo: la imposibilidad de aprehender y la falta de tope. Finalmente, creo que no se trata de la búsqueda de lo indescifrable, sino el encuentro con ello, a secas y cara a cara, involuntario. He ahí lo complicado y lo terrible del asunto. 

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