ActualidadRelatos

Samsara para títeres. Por J.L.M.Mallada

Fotograma de Thunderbird (Guardianes del espacio) de Gerry y Sylvia Anderson, 1965-1966

–Ahora esta soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
–Nadie lo sabe.
–Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
–No lo sé.
–Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara
ese Rey te apagarías como una vela.

                                             Lewis Carroll
Through the Looking-Glass (1871)

Que el interprete o en su caso el demiurgo de turno no aborde la epopeya al uso supone una inflexión mientras llovizna. Desperdigadas las notas escasas, apuntes, breves incisos de un diario, describen en medio de lagunas y borraduras los avatares, calamidades y  peripecias  de un pequeño grupo de exploradores en su travesía a las antípodas. 

Por los datos registrados cualquiera deduce que, épocas, escenarios y personajes distintos por naturaleza debieron de converger en un viaducto común e hibridarse a la postre; así que ahí,  desde ciertos signos comparece a grandes rasgos la deriva,  al lado de los tintes sobrecogedores de la zozobra. No obstante, pese a la sensación de angustia, diríase que un deje postizo de vaudeville lo acompaña. Desde fuera, en un principio, oiremos la corneta, la trompetilla hecha con la concha de los moluscos gastrópodos, el armonio y también el batir de tambores. Cada escena se subdivide en variantes abiertas de posibilidad. Entre líneas, rayajos y garabatos  quisieran dar fe de la desesperación de quienes, al cabo de numerosos años de viaje interestelar, errantes, exhaustos, desilusionados, no encuentran retorno posible a su hogar. Ya en las últimas,  sin apenas recursos, ni suministro de oxígeno extra, faltando sus caballos, también sus arcabuces y su mapa-radar, acuciados por la escasez de víveres,  jugándosela a cara o cruz, decidirán recorrer a pie una suerte de llanura cubierta por un lodo amarillento, toda vez que salpicada de cráteres de impacto, algas e infinidad de pedazos de iridio. ¿No es intrigante plantearse qué diantres confiaban encontrar allí a modo de salvación? ¿Intentaron desde una meseta o desde el pequeño clúster de estrellas GN-z11 enviarnos señales de radio pidiendo auxilio? ¿Creeremos que alguno de ellos por efectos del trastorno cometió suicidio o huyó por su cuenta? 

Otrora, al parecer, su astronave, el Endurance III, debido a la entrada en campos gravitatorios de fuerzas extremas, a merced de una explosión de rayos gamma, se habría desviado del itinerario inicial previsto. A lo mejor, debido a algún percance inesperado, el motor colapsó, y acaso, sea como fuere, el piloto aceleró a la mayor urgencia el alunizaje sobre un asteroide; como consecuencia de ello unos cuantos tripulantes murieron tras la colisión contra el suelo del mismo. Es de suponer que a la larga, dentro de Kepler- 438b, frente a la amenaza de una tormenta de arena, encontrarían refugio en las ruinas de la ciudad de Iram, apodada “la de las columnas”. Sin embargo, más adelante, nada en esos pasajes aclara por qué causa los trajes de teletransportación, sin más, en una fase crítica, dejaron de funcionar y comenzaron a cuartearse. Para desgracia el soporte holográfico tampoco respondió a las necesidades de urgencia. Abundantes interrogantes, forámenes, parches  y discordancias secundan el relato. Por lo demás, la parodia, en cuanto a brillo, protagonismo, desbanca al drama.

Sin un norte, reducidos a cuatro, los supervivientes eran conscientes de que corrían el riesgo de evaporarse durante su marcha en el exterior. En un buen número de ocasiones, de exoplaneta en exoplaneta, debieron de sortear ríos de lava así como atravesar manglares, selvas, desiertos, parajes polares poblados de cycas, gingkos, coníferas y helechos. A la vez que resultaban víctimas de una narcosis, su piel se vio afectada por llagas y ulceraciones.  Cuando no los atenazaba la fiebre o la sed, la sombra de bandadas de pterosaurios se cernía sobre sus cabezas. En su aventura, el azar, bemol antojadizo, equiparable a un caparazón, de acuerdo a un guiño donde cabía el desasir, les propuso una escalera, favoreció pues que por ella accedieran a la protohistoria. No dudaron en saltar al vacío desde el deslizadero, de cabeza hacia el nicho galáctico que regía el ventisquero más gélido del éter, cayendo a peso muerto hacia el interior del instante, pero ¿qué confirma que hicieron borrón y cuenta nueva de ahí en adelante? 

¿No se dieron de bruces nada más amanecer con una copia anterior de sí mismos?  ¿Más de una copia? Desde el extremo opuesto del universo arreció el temporal. Menudo desbarajuste, se derritieron y encharcaron los pilares A, E, I, O, U. He de sospechar que cada cual intercambiaría con su compañero la máscara  pertinente o conveniente e intentaría sacar tajada a base de trampas, artimañas, estrategias de malicia. ¿Cómo demostrarlo?  ¿Cuál trasvase? ¿Chantaje? ¿Canje de identidades? El tiempo, en cambio, a instancias de las ráfagas de viento, al traducirse en pavimento, en mosaico, en plumería, constituía una pared vertical, dispensadora de toda clase de bromas, chanzas madrigalescas, si no sarcasmos, ventosas y tentáculos, refracciones y por ende vestigios de galaxias…  Y contribuía al realce de la pompa. De hecho lo informe adquirió primacía. Lo coloreaban la bija, el plasma, el plancton, cercano al espasmo las hebras de gas y aquellas columnas de polvo procedentes de una miríada de supernovas, sobre escombros, acuarela. Por su parte un aluvión de prismas encapsulaba los acontecimientos. Más allá de la razón, los géneros, el marco de sucesos, el habla inclusive, factores asociados a lo cognitivo experimentaron un vuelco. Las condiciones de vida en general se transformaron de buenas a primeras. En relación a esto un fragmento aislado refiere un panorama desolador: “ por toda esta tierra anduvimos desnudos; y como no estábamos  acostumbrados a ello, a  manera  de serpientes mudábamos los cueros dos veces en  el  año, y con el sol y el aire haciánsenos en los pechos y en las espaldas unos empeines muy grandes”— Resaltan en un margen las siglas evocadoras del infortunio “Tanay warinapuric” [te harás andrajoso, andando como animal salvaje] y “ayamanpas chunca mitacutic runacamac ni quipmicuscan Intip acsascan pachap millpuscan” [sin comidas del creador, insolado por el sol, perdido en la tierra].

 A menudo la sombra longilínea de los durmientes usurpadores de identidad los confundía y los perturbaba hasta lo indecible bajo el influjo de espejismos y delirios. Por mor de su desvarío, con frecuencia, soñaron lo mismo; que nacían juntos del vientre de una sirena Fiyi autómata, a la cual fecundaban enseguida, tras ello, cómo no, milagro, en calidad de deidades, acudirían a venerarlos los herederos legítimos del trono del Zipazgo (nobles de sangre pura) y postrados a sus pies les ofrecerían el relevo. Durante los ritos los sacerdotes les untaban en todo el cuerpo aceite de trementina y lo espolvoreaban con oro en polvo, de tal manera que quedaban dorados por completo. Cuatro caciques dirigían la investidura de poder (…) Toda la laguna estaba coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, todos los indios e indias  se presentaban adornados de oro, plumas y chagualas (…) Sin perderse detalle los observaban un petirrojo, un pato, un pájaro carpintero.

El simulacro coincidía con la entrada en erupción de un volcán, el estreno de un abrecartas, picor, infusa apnea, la pleamar propicia a la brasa, la llegada de oleadas de enjambres de langostas, y separado por unas celdillas de cristal tipo panal de abejas, como fluorita, el despliegue de la avanzadilla de los indígenas piaroas, escondida en una pequeña cabaña donde una persona a duras penas se podría mantener de cuclillas. Se componía de cuatro músicos, a saber: aquel que agitaba la maraca, aquel que tocaba una flauta ordinaria, y otros dos que hacían uso de un instrumento muy complicado y extraño. Se trataba de una vasija con orificios a ambos lados, orientados hacia abajo para permitir que en ellos se introdujera un tubo. Manteniéndose uno frente al otro, los dos ejecutantes de este instrumento soplaron cada uno en el orificio, que aparentaba como una flauta cuya extremidad venía insertada en la vasija para producir sonidos suficientemente sordos y roncos que, aunque poco fuertes, tal vez se escucharon muy lejos (…) ¡Qué curioso, de la vitrina contigua una cuenca de eones, brazos alargados, ahuecados, expulsaba al cosmos aspirante a juguete, el detritus, los filamentos, un calco del Mar de los Sargazos reducido a una gota, desembocando en los aledaños de la Nebulosa de la Tarántula NGC 2070! (…)

En otro apartado hay indicios que aluden a la búsqueda infructuosa del obelisco descrito en un antiguo vaticinio maya.  Queda constancia de que dentro del sistema estelar de Rigel, tras una escala en uno de sus planetas-guisante, los expedicionarios iniciaron tratos con una caterva de criaturas dotadas de una sola extremidad enorme y rasgos insectoides, muy aprensivos a la luz, semejantes a los denominados esciápodos, descritos en la antigüedad por Ctesias de Cnido y Escilax de Cariadno, seres que a su llegada al poblado  permanecían  imperturbables en sus hamacas. No extrañaron en absoluto que un tal Lubber Das, jefe del clan, los esperara por anticipado. De su breve etapa de convivencia con ellos explicaron lo siguiente:  “como se echan maldiciones unos a otros haciendo ceremonias, dicen que soplan con maíz molido y la ceniza de los cabellos de quien les quiere mal; para ello dicen que procura hurtársela y se la quema y sopla. Como para salvarse de las manos de la justicia, el ladrón , o matador, o el hechicero, a los dichos contrarios les sopla con el dicho polvo de maíz que llaman wayrap-zaran, y hueso de difuntos lo soplan; y dicen que van soplando a la justicia, contra ella. (…) Algunos de los curanderos de mayor prestigio afirman sanar un mal caracterizado por temblores y practican una abertura en forma de cruz en la parte posterior de la cabeza y simulan extraer algo ¡que ya apresaban antaño en la mano…! ” Nunca sabremos con certeza si a lo largo de su periplo llegaron a renunciar al descubrimiento de los siete reinos de Cíbola y  Quibira. Podéis imaginaros que en su camino hacia ninguna parte, próximos en años luz a Titán, recelarían unos de otros. Casi se sobrentiende por encima que, al final, el robot al mando, Alexei Leonov, será  ajusticiado en un motín  por los humanoides virtuales Núñez de Balboa, Estebanico y Dorantes. Sin demora le aplican garrote vil.

Última página: como espectadores contemplamos a las tres figuras convertidos en orates, perderse hacia la lejanía. Una aureola de hidrógeno, helio y argón los envuelve sobre una tarima hirviente suspendida a  dos palmos del suelo…

Es  justo entonces, al concluir la  función, cuando el  maestro marionetista Ki Sugino recoge cuidadosamente en  un  maletín el teatro  de varillas  y  de  sombras,  mientras que del público  que  les aplaude  entusiasmado, entre silbidos, vítores y ovaciones se despide la orquesta gamelán. 

J.L.M.MALLADA (Zaragoza-1966) Estudios en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos. Como artista plástico ha realizado distintas exposiciones a titulo individual y colectivo. Algunos poemas suyos han aparecido en la revistas Cristal, Rolde, Turia, El Eco de Los Libres La Caja Nocturna y la plataforma Kokoro.  En 2010 recibe el accésit Premio Del Público en el V premio de poesía de miedo convocado por ediciones Olifante. También en 2010 publica el libro de poemas “Del Haz Fúgido” (P.U.Z), colección la gruta de las palabras) En 2015 ve la luz su segundo trabajo, libro-plaquette “Mondo Daimon” (S.T.I) sindicato de trabajos imaginarios) junto a una muestra de pinturas, dibujos e instalación en la galería de esta ultima editorial. En 2018 aparece su poemario “Phasma” en la editorial chilena RIL editores, incluyendo algunas ilustraciones del autor. Ese año mismo, Diciembre, se presenta en Zaragoza el libro “Katalogos”(S.T.I), libro colectivo junto a Moliner, Bericat y Lalinde,  donde se conjuga de diversa forma experimental la escritura con medios plásticos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *