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Poemas de Nicolás López Pérez

paisaje de los contrapuntos en la galaxia de andrómeda

nieve vieja y oxidada, un sol blanco se hace del cielo

hace frío en santiago y h tiene deseos de ser una luz

que ilumine el paisaje del pasaje que lo vio nacer

crecer, amortajado entre sueños y nombres de calles

a veces las calles se llaman como las ciudades europeas,

mesoamericanas, pero nunca como el continente africano

h sabe que una ciudad se ilumina de día y de noche

el resplandor tiene apariencia de poema, de neón

marquesinas y el incendio de las emociones viscerales

h se acuerda que la noche es el manicomio del amor

pero insiste que las luces se parecen a las luciérnagas

en realidad, sabrá él que las luciérnagas somos nosotros

almas de lado a lado, en la noche de los astros y constelaciones

h mira al cielo y se maravilla, el cosmos es su propia historia

una historia tan real, más allá de las letras y la tinta en couché

a veces escribe, otras se mira las manos y se hace joven

un poeta en ciudad de méxico, en barcelona, en bruselas

a veces cubierto por el marasmo, otras besado en la boca

por extraños, su infancia vuelve a toda velocidad como trenes

como aviones en busca del cielo verdadero, no la plaga nubosa

cuya proyección al ojo humano lo encubre cerúleo o grisáceo

a veces llueve, y cae la cólera de dios sobre h, él conoce su cielo

a veces rezo por él, por sus sábanas quebradas y su olor a locura

h me llama, se queda solo, se acompaña, practica una religión exótica

sube a los andes, sube a perecer con nuestros hermanos y al llegar

a la cima, sigue subiendo, como si el mañana fuese una mariposa

hecha de caucho y aceite de motor, nigérrima como el corazón

apuñalado en la santa misa de la muerte, allende el sexo con la cruz

h piensa en los cementerios, y como son tantos, piensa en sus sueños

del mundo, de todas las geografías que ha fisurado y llevado a la cama

son los cementerios, h lo sabe, son los cementerios y el dolor

que produce el desforramiento de la eternidad, punto a punto,

son los cementerios, circuncidados, aves hechas polvo, fagocitándose

volviendo como bestias en el camino, conversando con las yeguas del df

o el paisaje de la gente que vomita o el paisaje de la gente que orina

h en santiago, su mirada debajo de la lengua, su mirada hecha destino

pinto esa mirada, yo, al borde del borde, mis constelaciones se acuestan

al revés, se izan como bandera en llamas cuando la ciudad entera nos pide

h es vitoreado por el asfalto, todo se rompe, la noche alzada sobre mí

las luces se pierden en la danza del vacío, lo sé, las luces estallan, lo sé

todo es parte de los universos que nunca dejarán de ser, estoy riendo

y las estrellas, hace tiempo que están muertas, pero siguen ahí, siguen ahí.

 

pierre menard, mon ami

Pierre Menard, Ximo Rochera, 2019

las obras completas de la ciudad, un edificio encima de otro

una historia resquebrajada en un plano de arquitectos burócratas

la ciudad se hace de sutilezas y borradores de encuentros

con uno mismo, con los otros,  con las servidumbres

pero pierre menard se puso a imitar a la literatura

confundiéndola con su propia vida, se manchó entre susurros

suspiros, quizás, lo más fuerte posible, soplando como la tramontana

primavera en santiago y r piensa en la inmortalidad de los viajes

que comienzan en un tren con escala en barcelona y toulouse

y cuyo final es tan incierto como excitante, tan dócil como deseado

escrito sobre hojas de laurel y palto, tan apto para un suicidio

del cielo, de la nieve, de las estaciones del año dos mil cincuenta

r, pierre menard tiene ganas de salir de su escondite de su placard

en realidad, sacarse la camisa de fuerza que lo aprieta y así,

revivir las luces que caracterizan a los sueños de breton y vaché

coloridos como la guerra, como el oro de versailles, es tan simple r

escupe tu biografía en trocadero, el jardín de las tullerías te va a gritar

como delirando entre conversaciones sin sentido del ridículo

acuérdate r que del ridículo no se vuelve, tampoco se olvida

muy parecido a vos, ese día que pensaste en arruinarlo todo

experimentando con orquestas y samples de viajes mágicos místicos;

no es tiempo de enloquecer aún, r, un chorro de agua fría

sobre nuestras cabezas calvas por la miseria y el cansancio

del siglo que nos obliga a hacernos cargo de lo inmejorable

parís, ese truco bajo la manga, en las fotografías de un atlas

como la atracción de lo atrayente, como el prurito del turismo

parís, la ciudad invisible que coincide en todas las demás

escupe su biografía en trocadero, y tú r, con una molotov

entre las manos pensando en quemar trescientos metros

ciento treinta años y el suvenir de los comedores de nuestras periferias

favoritas, donde la magia sucede y lo que se conoce de francia

república de repúblicas es su fútbol, alguien dice zinedine zidane

y gol, porque en las escenas siguientes los bistrós son cantinas de barrio

que no nos abandonan y que tampoco los abandonamos por amor al pudor

o al dolor, explicándose lo inexpugnable de la existencia después de fukushima

lo nuclear está suelto balbuceando en un idioma distinto al oficial

r nos quedamos en las ciudades clasificadas en cuatro tipos

las felices, las infelices, las que forman deseos y las que son borradas por el deseo

mis sutilezas urbanas cuando portamos la misma lengua, que lame el vacío

el espacio de espacios aún no colmado por las palabras, todas las palabras

tuyas, mías, de anne-lise, de otros amores tan ridículos como inexorables a la mente

françoise hardy, brigitte bardot, los objetos, los gestos, las exclamaciones, el tiempo

que tú aprendes a hablar la lengua mía y yo la tuya, después pierre menard lo escribe

cristaliza el mismo tiempo en que los dos hemos habitado la tierra, esta puta tierra

respira, en este nuevo amanecer las piedras se iluminan más que nunca, vámonos de aquí

 

teoría de la tempestad

antropofuga de amores ridículos: inconsistencias del mar muerto

los cuerpos no flotan porque hay demasiada sal entre las dudas

pero el colapso e, de eso se tratan las concentraciones que siguen:

jueves cielo azul, el día más terrible, qué difícil la mañana

una mirada distraída, palabras tatuadas en bodegones

de fruta podrida y mesas carentes de mantención

como en los mejores cuadros del moma o de los museos de madrid

ciudad que se encarga de recordarme lo que estoy dejando atrás

pero e, las ciudades se convierten en un cuerpo, unido por el neoprén

de los besos, porque la boca finge, truena y se hunde con este barco

el barco de la rabia, se hunde, el mar se lleva kilos de embarcaciones

no te preocupes e, son cardenales, las flores que nadie quiere en casa

estaba cargándolas por su color, a veces escarlata, otras bermellón

solo a la sombra, como las túnicas en la crucifixión de grünewald

seguro que has visto ese cuadro, tienen a jesús por las cuerdas

con clavos en las manos y pies, sangrando lenguaje y barroco

amargura del tiempo, pasan dos mil años y el deseo inquieta

más que nunca, se transforma en las tarjetas de crédito

que pagan por compasión, que enajenan el espíritu

que venden el romance, que degüellan los pies

que humedecen el pan, que suicidan el cobre

pero e, estas ideas no son un consuelo ni una culpa impagable

tampoco la pasión o flagelación de los inmortales deseosos

de ver el alba de la muerte, toma esta mordaza, mírame y dime

si estos tiempos son para haber nacido en rebeldía, mírame e

y no me niegues, no quiero que las vidas miserables sigan ahí

la rabia en las calles, los besos alcahueteando futuros escombros

la guerra es la regla, fuerza de mi vida, la mácula que se extingue

mientras me acerco al punto final de tus manos, toda esta vida

es una desgracia que extrañaré, aunque no pueda recordarla

con toda claridad, estoy esperando que las piedras del río suenen

y me digan n, la tempestad amaina si lo quieres, si lo necesitas

pero primero hay que tocar ese punto cero de la existencia;

quizás el recuerdo favorito aún sin contar o el origen del trastorno

tristeza es la palabra triste de esta mañana, y yo me siento en una banca

veo los autos pasar, a los jóvenes fallar en el gentil arte de la patineta

nada de eso importa si la tempestad se lo está llevando todo

si creo que la resurrección es imposible

desde un escritorio

con vista

al desastre

 

parís    0001

las rejas nos separan del fin, jardín de luxemburgo

al interior la gente recoge los pedazos de la mañana

las flores se ponen de pie, las adelfas su cara al viento

los granados y el fruto que cae al terminar el verano

las parejas se abren a lo indómito, a las miserias del amor

como marius y cosette, como las estatuas el día de la bastilla

en la misma visión que se cristaliza, un par de fotógrafos

está diciéndolo todo por llegar a fin de mes

y son tan astutos que captan las veletas las miradas de los niños que escupen el pan

ellos miran el vacío y piensan que el presente es eterno

y tú, Michaela que te reflejas con las aguas de parís

¿no crees que es tiempo de escribirnos entre las piedras?

escucha, estos torbellinos de imágenes

nos van a dejar un sabor dulce entre los labios

hecho perfume, hecho aroma, a café quizás

me quedo pensando en los árboles del jardín

como espacios en tu vida que quieres llenar, atiborrar

la orangerie respira lo que liberan las orquídeas

cuando el palacio se llena de begonias y homenajes

a los muertos, esas épicas de la complejidad con delacroix

una bandera que no desfallece en las manos de marianne

la descripción le sienta bien a las cosas que son bellas

con independencia de lo que se diga aquí y en cualquier lugar

o las modelos de instagram, de catálogos vichy, paco Rabanne

la república de repúblicas boca abajo, se interroga entre cámaras tv5

ornamentos de oro, cafeterías acuareladas que miran al empedrado

¿existe hoy un rey de francia? —es la encuesta que llega a los paseantes

ruidos, si, no, por qué me pregunta esto porque todo es como un flujo

ineluctable que arrastra muchas voces, franceses de periferia, de élite

inmigrantes africanos, respuestas rayanas que escurren procacidad

Michaela devienes cosmogonía en el flujo, te sientas

en medio del mundo, este mundo hecho pedazos

y cuyos límites no son el cielo ni los jardines en flor

sino lo que se divisa en el horizonte y a dónde no llegaremos

el palacio de luxemburgo opaco y ruinoso espera otros vacíos que colmar, amar/

 

Valparaíso

Felipe, la ciudad empieza cuando nos ponemos a llorar.

Qué la nostalgia nos define, qué los amores ridículos nos consumen.

La ciudad no es precisamente la última de las ciudades enfermas de asfalto de traqueteo victoriano de pájaros escondiéndose en las nubes.

La ciudad de tu vida, hermano, es tan equívoca como impresentable, no necesita presentación aparece de golpe, oscila en tus recuerdos del barrio de una biografía quebrada y distante, tan distante como la mano que atiende una botillería de madrugada como un padre que prefiere alojar en el resentimiento.

Hablamos de tu ciudad, la ciudad que viste apagándose con un enervante peso, sus cementerios son la resurrección pero es esa ciudad que, en plena guerra se atreve a decirte Felipe, la vida que buscas está a tu alrededor. No es un sueño.

Con audacia, la ciudad te armó de trastornos y manías para diferenciar las constelaciones en la línea del horizonte donde el mar se junta con el cielo, donde la noche suena como una pieza de Rachmaninoff o quizás como la balada de la cárcel de Reading ese poema que leímos en un viaje ficticio a Valparaíso, ¿recuerdas?

Verás, Felipe, repetir para aprender, en nuestras ciudades hay un par de cosas en común: para todos, un abismo cruel e infame, con miserias que destrozan, sudarios de amores fallidos.

La tumba es anónima. Valparaíso, puerto principal, en paz descansan nuestras conversaciones sobre el amor, el hastío y la fatalidad.

En tu ciudad hemos matado todo lo que amábamos y tuvimos que morir, «matamos lo que amamos» piensa en Wilde cuando vuelvas a amar, a Irene o a cualquier otro corazón en llamas.

Pero escucha, y recuerda, que unos matan con odio y otros con el lenguaje los cobardes besan, los valientes penetran la carne como en una justa.

Piensa en esta escritura que se esconde por los intersticios de un recuerdo evitando por cerro artillería o ascendiendo por el peral.

La esencia, la ciencia de las referencias, qué esto se relaciona con esto o aquello.

Sabes. La escena del recuerdo es un terremoto con los ojos, llanto tiempo y tempestad arder conseguir una duda una certeza.

Felipe, el recuerdo es el arte de sugerir una solución.

Qué la nostalgia nos une, qué las fotos familiares son el amanecer que nos traduce.

 

Nicolás López-Pérez (Rancagua, 1990). Poeta y abogado. Reside en la ciudad de Santiago de Chile. Administra la mediateca de poesía universal del ayer, “La comparecencia infinita”. Garabatea ocasionalmente en “Prosopofía para perros”. Ha publicado el libro de poesía “Geografía de las geografías” por Ediciones Litost (Santiago de Chile, 2018).

Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés en la revista Ventana Latina.

Un comentario en «Poemas de Nicolás López Pérez»

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