Entrevista a Jacobo Siruela
“Me gusta vivir en 25 siglos a la vez”
“El mayor lujo de esta época es tener tiempo, y la mejor manera de tenerlo y disfrutarlo es estar al margen de todos los requisitos del mundo”, así de honesto se manifestó Jacobo Siruela, con relación a no concedernos una entrevista. Sin embargo, le convencimos. En Canibaal somos admiradores de la revista El Paseante, la cual él creó en los años ochenta y nuestro mejor argumento fue ese: Canibaal y El Paseante no son muy distintos. Somos el lado de la misma pirámide. Tenemos el mismo espíritu. Somos amantes de la imaginación, somos arriesgados y bellos como Rimbaud.
-¿Eres una persona bastante esquiva? ¿Estás cansado
– Es que el talante esquivo me parece la estrategia más cabal para moverse libremente por el mundo.
-¿Cómo se consigue tener tiempo en esta época?
– Los patricios estoicos romanos, que vivían alejados en sus villas de campo decían que sólo alcanzaban la serenidad si se desentendían de todos los asuntos del mundo, es decir, de Roma. Razón no les faltaba. Pero yo he decidido tomar el camino de en medio.
Jacobo Fitz James-Stuart Martínez de Irujo (59 años), Conde de Siruela, hijo de la Duquesa de Alba, descendiente de Jacobo II de Inglaterra y emparentado con Cristóbal Colón, no reniega de su título nobiliario. Según él, pertenece a la Republica de las Letras y ahí la aristocracia es la del espíritu y no de la sangre. Por tanto, abrevia y firma simplemente como Jacobo Siruela.
Aislado de la urbe, el ex propietario de Editorial Siruela cambió -en el 2005- Madrid por Vilaür, un pequeño pueblo en la provincia de Girona. Allí tiene su casa de piedra, una construcción del siglo XVIII, donde lleva adelante su vida y la editorial Atalanta, junto a su esposa Inka Martí.
“Fundé Siruela porque lo que más me gustaba era leer. Años después la vendí por lo mismo”, señala.
NADA DE ESTE MUNDO
-A veces cuando te metes profundamente en una lectura medieval y fantástica ¿te cuesta asimilar que estás en esta época? Ahora con mayor razón viviendo en el campo.
– No rechazo mi época, ni soy un nostálgico. Reacciono, y creo que una de las mejores maneras de vivir en el mundo de hoy es en el campo, estando cerca de la naturaleza. Además hoy el campo ya no es lo que era. Internet te permite estar conectado e informarte de todo. Y tengo un aeropuerto a 20 minutos de mi casa. A mi me gusta vivir en 25 siglos a la vez.
Si Jacobo Siruela tuviese que elegir en quién le gustaría reencarnase, dice que sería Goethe, porque supo aunar toda la experiencia humana posible y ejerció todos los campos del saber.
La imaginación es infinita y allí la magia no es casualidad. “La magia es un ejercicio intenso y continuado de la imaginación verdadera”, dice fehaciente. Siruela es uno de los editores más importantes en lengua castellana. Se da el lujo de publicar en Ata- lanta sólo diez libros al año, en ediciones bien cuidadas y donde él además se encarga del diseño. Sólo edita libros que le motivan, que enseñan, que permitan ampliar la conciencia y sobre todo que hagan gozar.
Sus poetas favoritos son Keats, Rilke, Blake, Pessoa, entre otros. Su dios no tiene nombre, pues “lo divino siempre es innombrable”.
-¿La imaginación es como la fe religiosa?
– Hay que distinguir entre fantasía, es decir, entre escapismo o, como dicen los ingleses, day dreaming, que es la corriente banal de la conciencia, y la imaginación verdadera, que es una potencia del alma, una fuerza creadora espiritual de enorme alcance.
-¿Crees que hay una sensibilidad que no podemos captar por la falta de una mayor capacidad espiritual o cognitiva?
– Sin duda, la ausencia de espiritualidad embrutece la sensibilidad. Un mundo sin espiritualidad es un mundo en dos dimensiones: plano.
-¿Por qué crees que hay tanto miedo con palabras como magia y espíritu?
– Eso viene del siglo XVIII. En su obra sobre Swedenborg, Los sueños de un visionario, Kant dice que lo que más avergüenza a un hombre ilustrado es parecer crédulo. Esa es la razón. La gente tiene un miedo, a veces mojigato, a hacer el ridículo, a parecer ingenuo y tonto. Pero lo que hacen es seguir ciertas consignas sociales, porque en realidad no saben nada sobre lo que están negando. Piensan que todo eso tiene que ver con pitonisas y embaucadores de feria, o con curas, si hablamos de espíritu, y eso es como si dijéramos que las matemáticas se reducen a sumas, restas y multiplicaciones.
Jacobo debe ser el especialista más importante de literatura fantástica en España. De hecho, editó una Antología Universal del Relato Fantástico y puede hablar con bastante sensibilidad sobre estas materias. “Este libro sintetiza cuarenta años de lectura y estudio”, dice, el hombre que le devolvió la dignidad al género fantástico, ignorado mucho tiempo en la península.
-¿Hay diferencia entre magia y fantasía?
– La magia no tiene nada que ver con la fantasía, es un ejercicio de imaginación dirigida, de concentración psíquica. Pero el mundo en donde se desarrolla es interno no externo, es subjetivo no objetivo, anímico, no material. La gente tiene una idea muy ingenua o literaria de lo mágico, porque vive inmerso en su conciencia yoica y desconoce todo el inmenso opaco campo del psiquismo. Pero hablar de estas cosas de esta manera puede dar pie a equívocos de toda especie.
-¿Y lo fantástico dónde entra?
– Lo fantástico es otra cosa. Es una sensibilidad literaria. El materialismo científico moderno vació el mundo de misterio y poesía, y los artistas se encargaron de devolver todo ese tesoro perdido al público de finales del XVIII y principios del XIX que estaba ávido de todo ello.
-La magia es una puerta donde puede entrar cualquier cosa ¿ángeles y demonios, literariamente hablando?
– El literalismo es el error que siempre se comete al abordar estas cosas. Lo vuelve estúpido. No se trata de ver ángeles o demonios, sino de tener una experiencia angélica o demoníaca. Nunca sabremos qué es exactamente el ángel o el demonio, porque en el mundo psíquico todo es simbólico y representativo, y lo único que queda y es real es la experiencia. El literalismo es el disfraz, la apariencia del misterio.
-¿Las drogas ayudan en entrar en ese terreno de la irrupción de lo inadmisible como dijo Caillois?
– El LSD desde luego es un viaje a otra realidad. Yo fui amigo de Albert Hofmann y para él el LSD era algo semejante al kykeon que tomaban los antiguos griegos en los misterios Eleusis, que por cierto, era una pócima preparada a base de cornezuelo de ce- bada, la misma sustancia del LSD. Los enteógenos te permiten tener una experiencia sagrada, si se toma adecuadamente. Para Hofmann, la realidad es el transmisor y nosotros somos el receptor. La cuestión es que si al tomar LSD cambia el receptor y eso hace cambiar al transmisor, entonces la realidad depende del receptor más que del transmisor. Cada especie ve un mundo distinto. No experimentamos un mundo unitario. Por tanto, la realidad que experimentamos se forma en nuestra mente. El mundo es su reflejo. El viaje con LSD te enseña esto, pero lo importante es que viajas a tu interior y ese es el otro mundo del cual estás tan alejado.
EL MUNDO BAJO LOS PÁRPADOS
Jacobo es un buceador en el campo de los sueños. Escribió el libro “El mundo bajo los párpados” (2010) y ahondó en la historia de los sueños y su influencia en las distintas expresiones culturales. “Los sueños son los grandes indicadores de lo que somos y de a dónde nos dirigimos”, señala. En su infancia, adolescencia y juventud tenía sueños repetitivos sobre los que prefiere no dar detalles. “El sueño es recurrente porque no se acepta el diálogo con nuestro inconsciente. Cuando lo aceptas desaparecen”.
Siruela, al igual que Hegel, es un convencido que “si reuniéramos los sueños de un momento histórico determinado veríamos surgir una exactísima imagen del espíritu de ese periodo”.
-¿Para ti cuál fue el mayor legado del surrealismo?
– El surrealismo es el último gran avatar del movimiento romántico. Breton en el primer manifiesto del surrealismo dice que vivimos una vida falsa, falsificada, reducida, y que la verdadera vida está en otra parte. La búsqueda de esa otredad es la tarea del artista surrealista y de muchas otras inquietudes que vinieron después.
-¿Has captado la belleza en otra forma que no sea en los libros?
– La belleza es un estado. Cuando participas de él, una ramita en la arena, una pared desconchada, pueden ser cosas enormemente bellas. Como decía Borges, la belleza nos acecha. Eso es lo que muchos artistas modernos nos han indicado.
-¿Consideras que las palabras a veces quedan cortas en la imaginación y la pintura nos facilita ese camino de entrar en lo misterioso más fácilmente?
– Puede. Pero no creo que una imagen vale más que cien palabras. Si esas palabras están bien dichas.
-¿Cómo puede ayudar la magia a este mundo?
– La magia no puede ayudar a solucionar los problemas del mundo. La “magia” opera en otro plano, en el psíquico. El mundo es concreto y solo consciencia y empatía pueden servir de ayuda.
EL CHICO DEL PELO LARGO
Jacobo es una persona de movimientos pausados pero de una prestancia muy inquieta. Los años ochenta fueron frenéticos. Estudió filosofía y letras. Como pintor se fue a Londres. Viajó mucho. Se dejó el pelo largo. Fue un hippie. A su regreso creó, a los veintiséis años, la editorial Siruela y vivió gracias a ella independiente de su familia, siendo el único de su entorno que no vivía de las rentas.
En esa época que se le podía ver rodeado de todas las figuras más extravagantes de la movida madrileña: Alaska, Dinarama y Almódovar.
-¿Años de expansión, de no tener miedo?
– Los años ochenta fueron una fiesta. Un momento de expansión, en los que estaban todos tratando de fabricar unos modelos nuevos en los que la gente se pudiera ver representada. Era necesario salir de los esquemas franquistas, de los tópicos de la cultu- ra española, etc. Sin embargo, esta época me parece más interesante. Los chinos, cuando maldicen a alguien, dicen: ojalá te toque una época interesante. A pesar de su dureza, el cambio real se está produciendo ahora.
-¿Te querías comer el mundo?
– Bueno, actué con una frescura y osadía absolutas. Pero, como dice el mito de Atalanta: Zeus ayuda a los intrépidos.
-Te relacionabas mucho con los pintores abstractos de Cuenca ¿Quién fue el que más te marcó en esa época y por qué?
– Tuve contacto con Zóbel; también con Torner, Sempere, y, sobre todo, Palazuelo. Pero ninguno me marcó especialmente. Quizá Palazuelo fue el artista que seguí con mayor interés.
-¿Fue decisivo conocer a Borges?
– Borges ha sido mi maestro literario. Me salvó el gusto. Me sacó de España, que es una cultura esencialmente provinciana y me arrojó al mundo, me a enseñó disfrutar de otras culturas y otras épocas.
Exactamente esas ganas de salir de una España pueblerina, a Jacobo le motivó crear en 1985 la revista El Paseante, una publicación trimestral, interdisciplinaria y experimental que ofrecía otra mirada de lo que se estaba haciendo en arte y literatura. Aquí no cabían los escolásticos y los talibanes musgosos, encerrados en cuatro paredes. El Paseante era un viaje a la percepción misma. Ofrecía una mirada crítica pero sobre todo curiosa de las distintas expresiones artísticas.
Esta revista permaneció trece años a través de veinte números. Toda una hazaña. Hoy es una referencia y para muchos un objeto de colección, una brújula de cómo apostar por la buena literatura.
-¿Y qué tal la experiencia de El Paseante?
– El Paseante fue una experiencia muy interesante porque me permitió conocer a gente muy notable y realizar una tarea de investigación sobre mi época de una forma totalmente libre. Me lo pasé bomba con ella.
-Por último, ejercías la pintura desde niño ¿cómo va eso?
– Pasé por muchos estilos, pero ya es agua pasada.