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La vendedora de fósforos. Entrevista a Marta Beltrán por Ximo Rochera

Marta Beltrán (Granada, 1977) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada. Ganadora del premio de dibujo DKV-MAKMA en 2017, de la beca Daniel Vázquez Díaz y del premio de dibujo Gregorio Prieto. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas en el MUPAM de Málaga, en la Facultad de Bellas Artes de Granada o en el museo Carmen Tyssen de Málaga. Ha realizado diversas residencias artísticas. Publica en diferentes libros y revistas como (H)amor de madre, ConTinta me Tienes, Trama y Fondo, TRN en la casa de la palmera, Qué tengo en la cabeza. Codirige e ilustra en Ediciones Urganda publicaciones como Las aventuras de Isabel Espinosa y Las siete princesas.

Fotografía cedida por la revista Makma

Ximo Rochera: Marta, acabas de ser galardonada con el premio de Dibujo DKV-Makma en su tercera edición. De ahí que se exponga tu obra hasta el 14 de enero en el MUVIM. Se trata de una exposición impactante en la que la figura de la mujer tiene casi todo el protagonismo. Sin embargo, vemos en tu obra que incluyes, también, alguna figura masculina. ¿Obedece esto último a una idea sanadora de la sociedad, una especie de mensaje que sale de tus lápices?

Marta Beltrán: (Ha, ha) Creo que obedece, por una parte, a que en el cine de Kaurismaki hay personajes masculinos que también me resultan muy interesantes. Más allá de su género, son individuos con una problemática vital, emocional, psicológica, que igualmente me produce empatía y compasión. Por otro lado, he tratado poco las figuras masculinas y para este proyecto tenía necesidad de hacerlo, y de ampliar los elementos que retrato en general, por eso también he querido incluir objetos, por ejemplo. En mi caso, la figura femenina suele ser un vehículo para hacer un autorretrato y un acercamiento a la femineidad, algo que, como mujer, conozco más de cerca. Como artista, creo que debes permitirte hablar de una sola cosa, o ir cambiando, ampliando, según necesites. De momento, la interpretación no está en mis manos. Quizá para mí lo que es importante es aprender a hablar con menos trabas y censura de cualquier tema y con cualquier forma, según me sea preciso.

 

Ximo Rochera: Las obras de esta exposición están inspiradas en la película de Aki Kaurismäki La chica de la fábrica de cerillas, 1990, aunque recoge el título de un cuento de Hans Christian Andersen La vendedora de fósforos. Tanto en la película como en el cuento la tristeza y la soledad de sus personajes femeninos queda patente. En tus obras, sin embargo, encuentro una mirada más utópica. Quizá sea la luz de las miradas. Cuéntanos un poco la importancia de esas miradas (los ojos) en tus obras.

Marta Beltrán:  Respecto a las miradas, tiendo a comenzar a dibujar desde los ojos y a buscar una concentración de fuerza allí, una especie de sentido gráfico que tiene que darse en este lugar para que me funcione el conjunto. Además, me gusta dejar que tomen el tamaño, la forma y la expresión de manera no controlada, en parte, que surja una respuesta gráfica no esperada. Esto también crea significado. No es premeditado, pero sí, los ojos son un elemento fundamental de transmisión y comunicación expresiva para mí, tanto en el observador como en aquel a quien se observa.

Ximo Rochera: El cine de Kaurismäki, a mi ver, es aterrador. Nos muestra la cotidianeidad más descarnada y –pese a que el mismo director diga que tiene alguna esperanza en la humanidad– descorazonadora. ¿La idea de mostrar en tu obra el cuerpo humano a modo de bodegón tiene la intención inmovilista (de falta de fe en el futuro) que tanto se ve en la obra del director finlandés o más bien es un recurso para fijar el detalle hacia algo?

Marta Beltrán: El cuerpo creo que tiende a interesarme como gesto, por un lado, y como presencia, por otro. Los gestos faciales y las posturas del cuerpo me llaman la atención porque también crean expresión y significado. El cuerpo como mera presencia física, como parte de un decorado o de un entorno, como otro objeto más incluso, me sirve para construir una escena, una naturaleza muerta si quieres, en la que hay diversos elementos, muchos de ellos con vida, y algo está ocurriendo. Pero estas construcciones tratan de acercarse, más bien, a un funcionamiento y un imaginario inconsciente. Es difícil hablar de intenciones a nivel consciente.

 

Ximo Rochera: Este proyecto, inicialmente, lo concebiste en blanco y negro. Sin embrago la obra final tiene el color rojo, azul y ocre tan característico de los films de Kaurismäki ¿Por qué este cambio final? ¿Se trata de una necesidad vital de la artista, una evolución necesaria?

Marta Beltrán: Aunque los primeros dibujos que planteé en el proyecto sí eran solo en blanco y negro, en el texto escrito ya hacía mención a mi deseo de explorar y tratar el color. Así que es algo que verdaderamente estaba apuntado y que venía de un periodo anterior, como dices, era una necesidad vital. Por otra parte, la mayor parte del cine de Kaurismaki es en color y el uso que hace de este es muy particular, original, buscado especialmente. Con este deseo inicial de volver al color y esta fuente de inspiración, era inevitable no desarrollarlo. Los colores que hemos usado para las paredes: azul, rojo y ocre, son tres colores que he encontrado muy presentes en su cine. Para mí ha sido un gran estímulo y un aprendizaje volver al color desde esta fuente. También creo que es positivo poder introducir color si es necesario para lo que esté desarrollando, poder utilizar indistintamente blanco y negro y color, digamos, sin limitaciones de estilo.

Ximo Rochera: En Canibaal somos muy seguidores del cine de Kaurismäki. En él se ve claramente algo que ya dijo Buñuel “no vivimos en el mejor de los mundos” ¿Crees que hacer ese cine, así como dibujar esas escenas tan crudas es una forma de reconciliarte con este mundo?

Marta Beltrán: Sí, podría decir que sí. Dibujar, para mí, sí es una forma de volver al mundo y de estar en él. Ver buen cine, fuerte, potente, que me haga conectar, también. Supongo que esto te da la posibilidad de formar parte del mundo de una manera más tuya, en la que lo que te pasa, tus opiniones acerca de las cosas, tienen cabida.

Ximo Rochera: Tengo una imagen en la cabeza extraída del cuento de Hans Christian Andersen “los copos de nieve sobre los cabellos rubios de la niña, el olor a asado y la luz efímera del fuego de una cerilla que, inevitablemente, se acaba”. Tu obra también muestra la decadencia de la sociedad, del momento actual. Tus personajes parecen contemporáneos. ¿Se trata de una necesidad expresiva, de una queja o de ambas cosas? ¿Crees que esta era, como la cerilla, también va a consumirse?

Marta Beltrán: Supongo que sí, que se trata de una necesidad expresiva y de una queja. Pero, como te decía, uno no tiene motivaciones del todo conscientes sobre lo que hace o quiere hacer, no lo planeas. Lo haces y vuelcas lo que eres. Creo que he tratado de dejar que las cosas surjan y de poder hablar a través de los dibujos.

Sobre esta era, ¿qué puedo decir? Mi visión de futuro en principio es pesimista. Pero en el presente sí creo bastante. Para mí se trata en gran parte de eso, del aquí y del ahora. El dibujo me ayuda a eso. Y desde ahí, construir y confiar, sin pensar en el futuro, porque éste realmente no lo tienes.

Ximo Rochera: Hasta el día 14 de enero estarán expuestas estas obras en el MUVIM. Nosotros consideramos que se trata de una exposición necesaria, imprescindible. Da alguna razón a nuestros lectores por la que no deberían perdérsela.

Marta Beltrán: Vuelvo a lo anterior, he tratado de estar presente mientras dibujaba y de abrir algunos caminos de expresión y de juego, de creación de imágenes, para mí misma. Entonces supongo que algo debe quedar constante, translucirse, para el público. Esta forma de dibujar y de hacer imágenes, en la que no borro y por la que tengo que llegar hasta el final sea como sea es, en cierta medida, honesta y refleja lo que se ha dado, lo que he podido y no hacer. Qué emociones y pulsiones se han dado. Eso para mí es importante y creo que puede tener interés para el espectador, porque revela más cosas a parte de las que uno solo quisiera.

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